En esta España nuestra somos muy de Vicente, es decir, nos movemos por donde va la gente. Si pasamos por un bar y nos ofrecen un vino gratis porque sí decimos que no, sabe Dios de dónde sale ese mejunje. Pero si lo cogen los dos o tres que vienen detrás protestamos: ‘oiga, que estaba yo primero’. Es de libro.

«Señora, la cola», decimos siempre. Y es porque solo hay una cosa que nos moleste más que alguien se salte el orden establecido y es quedar como un idiota ante el atrevimiento y el descaro ajeno. En un país de espabilados y pillos como el nuestro, cuya máxima resulta ser ‘tonto el último’, no funcionan las normas ni aunque estemos en la peor pandemia de nuestra historia. ¿Hay vacunas? Desconfiamos todos porque sabe Dios qué efectos secundarios traen o lo que sea. ¿Se la ponen los mayores, los sanitarios y después los arrimados? Tonto el último: el consejero de Murcia, el concejal de Alicante o el cura de Valladolid se suben la manga de la camisa echando mistos. Y claro, todo el mundo anda enfadado, pero ojo: algunos porque consideran que la ética impide saltarse a la torera los procedimientos establecidos, pero muchos otros, créanme, es porque comprueban que el señor de turno se ha saltado la cola y se ven como idiotas sin saber muy bien cómo actuar.

En España tener un amigo o un padrino que te cuela en los sitios gusta. Aunque sea para pasar la Itv del coche, aunque sea para pagar una multa o hacerte una prueba médica. El caso es no aguantar la cola, sentirte un privilegiado que, sin esperas, está ya apoyado en el mostrador. En esto de las vacunas pasa lo mismo, que uno puede que no ande con ganas de ponérsela, pero si le llaman, ‘oye, que sobra una dosis, vente, que se van a estropear’, se acerca pero para hacer un favor. O tonto el último, como decía antes, que para que la aproveche otro ya la aprovecho yo.

Según la estrategia aprobada por Sanidad, en la primera fase de vacunación, las primeras personas en recibir la vacuna son residentes y personal de centros de mayores, personal sanitario en primera línea contra la pandemia y personal sociosanitario, así como grandes dependientes no institucionalizados. Sin embargo, después de varias semanas de vacunación han comenzado a salir los casos de algunos políticos que han obviado el protocolo y se han vacunado antes de lo que les correspondía. La mayoría han justificado su vacunación para no «desechar las vacunas sobrantes» tras vacunar a residentes y personal sanitario de las residencias de mayores de las localidades a las que pertenecen o incluso cercanas a la suya. Se escudan en que, una vez descongeladas las vacunas, las dosis deben ser puestas en un máximo de seis horas o se estropean.

Sin embargo, surgen dudas y se genera desconfianza. De ahí las dimisiones del consejero de Salud de Murcia o del Jefe de Estado Mayor de la Defensa, pero hay muchos más, alcaldes, concejales en media España. Aquí en Extremadura han sido noticia los casos de la directora del centro sociosanitario de Plasencia, Soraya Cobos, también concejala del PSOE, o el del alcalde de Valverde del Fresno, el socialista Amalio Robledo, quien recibió la primera dosis de la vacuna por ocupar el cargo de director de los pisos tutelados. ¿Debían pasar el trámite antes que otros? Pues para Sanidad sí teniendo en cuenta sus ocupaciones con personal de riesgo. Pero es cierto que levanta cierto resquemor al preguntarse por qué esas personas en concreto y no otras.

Considero que en este proceso se ha de ser como la mujer del César, que no solo ha de ser honrada sino parecerlo. Seguir de forma rigurosa el protocolo establecido y los políticos y dirigentes ser como los capitanes de los barcos, los últimos en saltar y cuando todos los marineros se hallen a salvo. ¿Quieren dar ejemplo? Pues que lo den como deben, cumpliendo a rajatabla lo que ellos mismos han decidido para todos.