El sistema sanitario de este país debe seguir siendo, a pesar de los augurios, una de las fortalezas del estado social de derecho. Al margen de lo que parece evidente en relación a llevar a cabo una revisión del sistema actual, existe un gran consenso en el hecho de consolidar el sistema público de nuestro país. Optimizar la gestión, apostar por los genéricos, invertir en tecnología y llevar a cabo una política de medicina preventiva pueden constituir buenas herramientas para dar vigor a un sistema público de salud, que muchos consideramos debe ser reforzado y no puesto en cuestión bajo el marco de una situación de crisis.

La participación del paciente, la información que deba ser suministrada al mismo, junto con la complicidad del personal sanitario debe constituir una apuesta segura para mejorar la gestión sanitaria; y por ende, incrementar la calidad del sistema. En nuestro país hay una muy buena cobertura pública, y no siempre fácilmente comprobable con otras realidades dentro, incluso, del espacio de la Unión Europea. Por lo que no deberíamos equivocarnos rechazando que la situación crisis económica ponga en cuestión una apuesta por la sanidad pública que sigue siendo referente a nivel internacional.

De hecho, lo datos señalan que el sistema público de nuestro país se mantiene en torno al 8% del PIB. Y aún más, está en una buena posición en el contexto mundial, en relación a parámetros, tales como la prevención, vacunación, ámbito clínico, etc. De ahí que en el actual escenario social, económico y político en el que nos encontramos en el que parece cuestionarse todo o casi todo; lo que sería imperdonable es no actuar sobre un sistema sanitario que es bueno, para transformarlo y seguir mejorándolo; especialmente, para protegerlo dado los resultados hasta ahora.

XEN UN RECIENTEx estudio, llevado a cabo en Suecia se ha constatado, bajo una experiencia piloto, evaluado un proceso de privatización sobre el 7% de la población, que aquellas empresas que han actuado han puesto en cuestión todas aquellas actuaciones que tienen que ver con enfermos crónicos, con enfermedades complejas o denominadas raras, servicios ubicados en zonas rurales, así como una nula apuesta por la medicina preventiva, por considerar estos supuestos de escasa rentabilidad económica. Cuestiones estas claves y definitorias de un buen sistema sanitario público, porque, en el caso de España tienen que ver mucho con su realidad como país. Es por ello, que es fundamental mejorar lo que ahora tenemos, pues es quizás el baluarte más sólido de la denominada sociedad del bienestar.

Para lograrlo hay un aspecto que creo que puede ser interesante y es insistir en la educación sanitaria, en seguir formando a los profesionales; y, al mismo tiempo, fortalecer una acción educativa al paciente para saber cómo mejorar su salud, y como optimizar sus tratamientos. Hay datos que demuestran que esa información al paciente pormenorizada y que ahora se puede llevar a cabo no siempre de forma presencial, puede constituir una vía de optimización de los recursos, porque se trabaja sobre el factor determinante de la salud que es la prevención.

La apuesta, por tanto, por la medicina preventiva, por el conocimiento exacto de cada paciente, e incluso, de cada potencial paciente puede jugar un papel clave y destacado en cualquier nueva política sanitaria pública, que pretenda provocar un nuevo revulsivo, respecto a lo que tenemos ahora. Pues a nadie se le oculta que se ha producido y se está produciendo un envejecimiento de la población; y al mismo tiempo, nos encontramos con enfermos crónicos, que deben tener una buena calidad de vida. Quizás comunidades como la extremeña pueda ser un buen escenario para poner en valor iniciativas como la información pormenorizada y el asesoramiento al paciente como una vía innovadora para fortalecer los postulados hacia la medicina preventiva.