El paro acaba con el frágil equilibrio de muchas familias por lo que se refiere a la vivienda. Recordando que estos lodos pudieran haberse evitado si en los años 90, cuando las vacas gordas, se hubiera trabajado para reducir las tasas de pobreza, Cáritas atiende un presente, en el que ha tenido que socorrer en vivienda a 11.000 personas en este 2013. La radiografía de las personas más necesitadas es, ni más ni menos, la de las excluidas del mundo laboral: mayores de 65 años y mujeres solas con niños. Si vivir o no bajo techado es importante, no lo es menos hacerlo en condiciones dignas y apropiadas a un país desarrollado. Y, de forma alarmante, parece que la tendencia corre en el sentido contrario, según el estudio presentado ayer por la oenegé, y la vulnerabilidad se ceba en la salud. Como consecuencia, la atención de este colectivo debe plantearse también de forma urgente desde la sanidad pública. El 70% de los usuarios de esta entidad vinculada a la Iglesia católica que tienen dificultades de vivienda adolecen de problemas de salud mental. Pero la situación es todavía más preocupante si se tiene en cuenta que la mayoría de estas personas tienen hijos y que el 50% de los menores presentan conductas problemáticas. Es inasumible. Así, el conflicto del alojamiento no queda solo como uno de los peores emblemas de la crisis económica de España, sino que también arroja en brazos de la exclusión a la fracción más débil de la sociedad. Urge la acción política.