WLwa crisis financiera debilita a Europa de tal modo que algunos, como el economista Paul Krugman, se preguntan si hay salvación. Otros, como el filósofo alemán Jürgen Habermas, consideran que los países que están dentro de la zona euro se enfrentan a la disyuntiva de la profundización de la cooperación europea o la renuncia al euro y la moneda única, y otros más, como Jacques Delors, no ven más futuro que la supervivencia o el declive.

La crisis ha puesto de manifiesto la dificultad y la irresponsabilidad de crear una moneda común sin una coordinación de las políticas económicas y fiscales de los estados miembros de la unión. El modelo de protección social, que era uno de los éxitos del proyecto europeo porque aseguraba la cohesión social, ha entrado en una fase de severo deterioro, al que contribuyen factores como la falta de competitividad, con el paro como una de sus mayores secuelas, que en España está por encima del resto, o el envejecimiento de la población.

Cabe añadir la debilidad de los actuales líderes políticos. Las soluciones aportadas como la desregulación del mercado laboral, los recortes presupuestarios que se están llevando a cabo o las privatizaciones son flor de un día ante la voracidad de la especulación financiera. Mientras, este desorden es el mejor caldo de cultivo para el crecimiento de los populismos de la peor especie.

Por ello, Europa necesita algo más que una política errática de paños calientes. Jean Monnet, uno de los padres del proyecto europeo, decía que el proyecto de Europa se forjaría en las crisis.

Y así ha sido hasta ahora, aunque Monnet posiblemente no podía imaginar otra crisis equiparable a la que se vivió en el año 1929. Aun así, no abandonaría el empeño. Quizá la Unión Europea ha perdido la ambición, pero sigue teniendo a su disposición recursos de poder duro y blando. Los líderes europeos deben saber utilizarlos adecuadamente. Europa no volverá a ocupar el puesto predominante en el mapa político global porque este gira hacia Asia, pero sigue siendo la primera economía del mundo.

Los hechos demuestran que seguir como hasta ahora no es la solución. Renunciar al proyecto europeo implica olvidar la historia que lo hizo posible y volver a las pulsiones nacionales que llevaron a Europa al campo de batalla. Para salvar el modelo social europeo solo queda profundizar en la verdadera coordinación económica y política. Es lo que haría Monnet.