Vengo oyendo y leyendo estos días en todos los medios y redes sociales un tema que se ha convertido, a mi entender, en un debate totalmente estéril y carente de rigor, como la disyuntiva que muchos plantean entre «confinamiento para salvar vidas» frente a «salvar la economía». Miren, seguir confinados no dudo que salva vidas pero paralizar una economía es evidente que se va a llevar por delante también muchas vidas y sueños de varias generaciones. Si la actividad económica no arranca (con todas las salvaguardas) va a condenar a millones de personas al desempleo de larga duración y a la pobreza de muchas regiones y ciudades. Sin economía ¿quién va a pagar el sistema sanitario? ¿quién va a transferir a las pensiones? ¿quién va a cubrir el desempleo? ¿de dónde van a salir recursos para el salario de los funcionarios públicos de la educación, las fuerzas del orden, la salud o los restantes trabajadores de las administraciones estatales, autonómicas y locales?

A propósito, ¿quién va a financiar esa «renta mínima vital» y durante cuánto tiempo? Los fondos de la Unión Europea no son para siempre. Ya hemos visto las notorias diferencias de posicionamiento entre los países del norte y los del sur, aunque no hayan sido explicadas con claridad y los tachemos injustamente de insolidarios, precisamente nosotros que llevamos recibiendo millares de millones de euros desde 1988 a través de los Fondos Estructurales y de Cohesión para las infraestructuras de transportes y comunicaciones, la agricultura, etc.

Algunos creen que con subir los impuestos a las clases medias y a los ricos ya se soluciona todo. Pero no cuentan con que la caída brutal de la producción las clases medias se van a quedar a medias y los ricos de dentro y de fuera, que no son tantos ni tontos, acabarán desistiendo de invertir en España por causa de elevada fiscalidad. Sin inversión no hay desarrollo ni distribución de la riqueza.

Me aterra que se condene a la juventud, el bien más preciado de una sociedad, a la precariedad más absoluta mediante una renta mínima vital de “carácter permanente”, cuando sólo debe tener un carácter eventual para que nadie quede marginado en esta fase más cruenta, pero que no podemos mantenerla artificialmente so pena de que vivan en la indigencia y sumisión el resto de sus días.

Lo debe hacerse es poner en marcha políticas de reactivación (no de reconstrucción porque que no ha habido ninguna guerra, a pesar de lo repitan sin cesar) económica total. Por ello hay que aprovechar para eliminar buena parte de la inmensa burocracia que, con sus tediosos trámites, se ha convertido en un lastre limitante y restrictivo de todo tipo de iniciativas emprendedoras. Si agilizamos la administración pública para ajustar su velocidad resolutiva a los requerimientos del momento crítico que estamos atravesando, ello permitirá generar rápidamente actividad empresarial plasmada en empleo digno (eso es síntoma de buena gestión pública)para que la gente tenga oportunidades de desarrollarse personal y profesionalmente y no dependa toda su vida de una paga inhibitoria de expectativas y ambiciones (experiencia tenemos en Extremadura y Andalucía con el PER vigente en pleno siglo XXI). Se ha transmitido el mensaje errado de que es pernicioso ynocivo desear el progreso a base de esfuerzo personal con recompensa social y económica, frente a la conveniencia de sostener a una población amodorrada y sedada.

Si el retraso en tomar medidas para la propagación del Covid19 ha generado una altísima mortalidad, me temo que la demora en abrir la economía va a provocar consecuencias aún más indeseables. Por ello, cabe exigir que se realicen test masivos a la población con objeto de poner en cuarentena sólo a los que están enfermos o son de alta vulnerabilidad, el resto de los individuos sanos tienen que trabajar para no pasar miserias en el futuro. Es increíble que sigamos casi todos confinados tras más de dos meses y apenas un 5% haya tenido contacto con el coronavirus, lo que significa que estamos casi como al principio o peor (se ha perdido el miedo), ya que no hemos adquirido la inmunidad de grupo necesaria, con lo que continúa el riesgo latente, razón por la que los test se erigen como la herramienta clave para superar la pandemia.

Las necesidades sociales sin cubrir generan conflictos imprevisibles y de mayor calado que el propio virus, eso debería saberlo cualquiera que se dedique a administrar lo público, por ello hay abordar sin dilación el escenario dramático que se avecina.

* Doctor en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid.