Ayer fue San Piquete, patrono de los cerrajeros, con la diferencia de que en esta festividad es cuando más trabajaron estos profesionales. San Piquete acoge bajo su protección, además de a los cerrajeros, a los fabricantes e instaladores de parabrisas, a los talleres de chapa y pintura, a los cristaleros y a otros profesionales de los sectores donde más averías causan los devotos de este santo.

España no se paró ayer. He vivido en primera fila informativa otras huelgas generales y esta última no le llegó, ni con mucho, a la suela de los zapatos a algunas de las anteriores en que sí se paró por completo el país. Ayer funcionó casi todo y mucho de lo que no funcionó se debió a los excesos de San Piquete, como también es verdad que bastantes de los que acudieron a trabajar tal vez no lo hubieran hecho de no haber tenido la presión de la precariedad o el aviso amenazante del patrono.

Ni que decir tiene que la huelga es un derecho que todos respetamos. Pero la huelga, y todo lo demás, se rige en un país democrático por la norma. La primera norma es la no violencia y el derecho a la libertad del otro, y los que ayer impidieron por la fuerza el acceso a los centros de trabajo, pusieron silicona en las cerraduras, o agredieron de palabra y obra a sencillos taxistas, camioneros o conductores de autobús, entre otros excesos, no se atuvieron a la norma. Eso les delata, porque el éxito de una huelga es inversamente proporcional a la violencia empleada para conseguirlo. Las huelgas de mayor alcance son las que se hacen solas, por convencimiento, sin necesidad de estos atropellos. Pero, claro, la de ayer era una huelga-referendo para demostrar la fuerza de los sindicatos y, evidentemente, este referendo no lo ganó nadie, entre otras cosas, porque Cándido Méndez y Fernández Toxo , que apoyaron entusiastas hasta hace cuatro días la política económica del Gobierno, son, quiéranlo o no, corresponsables de esa política. De ahí la enorme contradicción de la convocatoria y la extrema necesidad de ambos de una movilización general que no se ha producido. Y hay más. Aparte de San Piquete, ayer fue la festividad de San Liberado. Porque, digo yo, si preguntar no es ofender, ¿por qué los sindicalistas liberados cobran el día de huelga y los trabajadores que la hacen no? ¿Y qué pasaría si pusiéramos silicona en las cerraduras de las casas de los devotos de San Piquete, para que no pudiesen salir a ponerla en las cerraduras de los demás?