Un sistema sanitario sano, y valga la redundancia, es fundamental para una sociedad donde la igualdad social sea el objetivo primordial de un gobierno. El hecho de que una comunidad o un país pueda sentirse orgulloso de su sistema sanitario indica, entre otras cosas, la calidad del sistema democrático, el hecho de que independientemente de los recursos económicos que posea una familia reciban la misma atención o que escuchemos en la calle «si es algo gordo hay que ir a la sanidad pública» es valiosísimo.

En estas últimas semanas observo con cierta sorpresa, o mejor dicho, con cierto malestar cómo los artífices de los mayores destrozos en la sanidad extremeña impunemente vierten acusaciones sobre consejero de Sanidad y Políticas Sociales de la Junta de Extremadura, incluso se han atrevido a pedir su dimisión, como si se estuviesen equivocando de comunidad autónoma y de velar por las verdaderas responsabilidades, pero eso sería mirar hacia dentro y quizá, no estén dispuestos o que no vaya con ellos, ver la paja en el ojo ajeno y no la viga que está dentro; solo así, se podría justificar que hablen de la sanidad extremeña actual los mismos que durante su gobierno en una legislatura hubo tres consejeros de sanidad: uno tras otro con escándalos y mala gestión.

Fue en ese tiempo donde vimos y vivimos enfermos hospitalizados sin mantas o sin pañales, ¿qué les parece? O cierres sistemáticos de urgencias rurales, o listas de espera metidas en cajones como si esta oscuridad y olvido curase milagrosamente, o opositores examinados en 2011 paralizados sin futuro, o despidos masivos en el Complejo Hospitalario Universitario de Badajoz...

Los mismos que piden la dimisión diez veces, deberían saber que se ha reducido la deuda sanitaria que dejaron en 250 millones de euros o que se han reducido las listas de espera en casi la mitad o que se han abierto todas la urgencias rurales cerradas o que hay una convocatoria pública con más de 3.000 plazas o que mientras ellos pararon y judicializaron el nuevo hospital provincial de Cáceres, hoy los cacereños y cacereñas podemos ver como este gobierno socialista lo está haciendo realidad.

Sinceramente es muy sano y legítimo pretender que se mejoren las cosas pero el cinismo, la mentira o buscar crear alarma social en el ámbito sanitario es, al menos, irresponsable.

Creamos en nuestra sanidad y dejemos de señalar con el dedo a quien día a día solo trabaja para construir.