XYxa sé que es lo más impopular, pero tengo, de entrada, que declararme partidario de la negociación con ETA. Sapo duro de tragar para todos; para usted, lector, para mí, supongo que para el Gobierno Zapatero y muy especialmente para los familiares de esas novecientas víctimas que la banda. Pero, en la España del siglo XXI, la pesadilla que a muchos nos ha perseguido durante buena parte de nuestra vida tiene que terminar de una vez. Ignoro cuáles son los ases que el presidente del Ejecutivo tiene en la manga, y me importa poco si llegar a la paz es dar oxígeno a unos gobernantes cuya actuación y postulados gustarán más o menos; pero creo que hay que aferrarse hasta a un clavo ardiendo, y que en estos momentos se necesita más valor para pregonar la negociación, o al menos los contactos con ETA, que para decir lo contrario, posición, por lo demás, perfectamente legítima.

Y no es que los métodos ensayados en la etapa de Aznar hayan dado un resultado negativo. Ni mucho menos. El acuerdo sobre el pacto llamado antiterrorista, que tan poco gustó a los nacionalistas y a Izquierda Unida, así como el consenso en torno a la Ley de Partidos, que dejó fuera de juego a Batasuna, jugaron un papel ciertamente benéfico. Fueron pasos que mejoraron la situación, pero no la resolvían definitivamente. Quizá ahora estemos ante una etapa nueva, en la que pueda solventarse para siempre este terrorismo demencial, pero lamentablemente no por ello totalmente aislado ni tan despreciado como merecería en sectores minoritarios del País Vasco. Siempre hay partidarios del cuanto peor, mejor , y existen en Euskadi, además, peculiares circunstancias históricas y hasta caracterológicas, difíciles de comprender en otro contexto más abierto, que llevan a unos cuantos miles de personas a apoyar lo que en el fondo es el recurso último a la violencia.

Las llamadas soluciones policiales han dado fruto. El fruto que podían dar. No hay que renunciar a ellas, porque sería tanto como desarmar al Estado. Ni se puede olvidar la ley. Quien ha delinquido tiene que pagar sus crímenes. Pero sí cabe, en el ámbito penitenciario y dentro del espíritu de la Constitución, ensayar la doble vía de la aproximación de los presos etarras a cárceles vascas y empezar a negociar el traspaso al Gobierno vasco de las competencias en materia penitenciaria, con la garantía, eso sí, de que no habría trato de favor extralegal con ningún recluso.

Ya se sabe que en toda negociación hay que ofrecer alguna contrapartida. Imposible, a mi juicio, exigir pura y simplemente a ETA que tire las armas y se entreguen todos sus miembros y comandos, sin más. Con todo, creo que hay que correr el riesgo y apostar por una negociación que mantenga la dignidad de quienes creemos en la supremacía del Estado de Derecho, que somos la inmensa mayoría; y además somos quienes nos colocamos, pensemos lo que pensemos, con nuestras discrepancias a cuestas, del lado bueno de la mesa.

Sí cabe, dentro de la Constitución, ensayar la aproximación de presos etarras al País Vasco y negociar el traspaso al Gobierno vasco de las competencias penitenciarias, con la garantía de que no habrá tratos de favor