XExl Papa Juan Pablo II era mucho más que el jefe de la Iglesia católica independientemente del juicio que puedan merecer su obra, sus principios morales y su capacidad para adaptarse a la modernidad. Por eso resulta sorprendente la polémica suscitada sobre la supuesta desmesura en la cobertura mediática de su óbito y de todo lo que rodea al ceremonial. La liturgia, el protocolo y los ceremoniales son los instrumentos para hacer trascender los acontecimientos para que se introduzcan en la historia guiados por la mirada atenta de las multitudes, ante lo llamativo de las solemnidades. Si la Iglesia tiene dos mil años de vigencia, su memoria está llena de cultos y pompas que los medios modernos de comunicación permiten otear desde cualquier punto del planeta. En el protocolo de la muerte de un Papa hay dos mil años de sabiduría en el arte de la atracción de las masas. Todo lo que está sucediendo en el Vaticano es material de consumo televisivo, porque la estética de la muerte y la transmisión del poder del Papa es un espectáculo en sí mismo acorde con la trascendencia que en el mundo tiene el jefe de la Iglesia y, en este caso concreto, por la fuerte personalidad del pontífice.

Tal vez la disputa a la que estamos asistiendo sobre si hay desmesura en el tratamiento de la desaparición del Papa polaco es un episodio más de la lucha política española en la que no se desperdicia ninguna munición. Admitir como correcto el tratamiento de atención y respeto no debiera significar identificación con el ideario del Papa fallecido, sino consecuencia con la trascendencia que su papado ha tenido en la humanidad. Así de sencillo. Pero España ha acogido con fervor la máxima de al enemigo, ni agua y los que estiman desproporcionada la difusión de lo que está ocurriendo tal vez confundan las diferencias con la Conferencia Episcopal Española con la importancia del periodo en que Juan Pablo II ha ocupado El Vaticano. En el otro lado de esta reflexión, los responsables de la Iglesia española, que también lo son de la COPE, debieran preguntarse si lo que se difunde por sus ondas no genera recelos y rechazos tan grandes como para confundir la solemnidad con la aceptación.

Admitir como correcto el tratamiento informativo dado a la muerte y entierro del Papa no significa identificación con su ideario, sino consecuencia con la trascendencia que su papado ha tenido en la humanidad