La insatisfacción es lo que mueve el mundo. No es mi propósito sentar cátedra con tal afirmación. Sin embargo, intentaré explicar el motivo por el cual he llegado a dicha conclusión. En primer lugar, creo que los políticos hacen promesas incumplibles, principalmente porque no están satisfechos y por la misma razón hacen revoluciones los oprimidos y los desheredados. Y las monjas se retiran a orar para convertirnos y los niños comen puré pensando que si pasan el maltrago, les puede caer como premio un helado de chocolate o un huevo Kinder. Pero dejemos a un lado tan altas metas y aspiraciones. No gustarse a sí mismo y creer que el paraíso está lejos, en Hawai o en Suiza, es bueno, contrariamente a lo que propugnan eruditos en la materia. ¿Acaso no sería absurdo, por mi parte, creerme un 'sex simbol' y pensar que Antonio Banderas, Miguel Bese o Ricky Martin no me llegan a la suela de los zapatos? Lo normal, lo sano, es que envidie secretamente el éxito de Alejandro Sanz y humildemente siga componiendo canciones de amor con el oculto deseo de que algún día se decida a cantarme alguna, el todopoderoso Julito Iglesias.

Defiendo que la insatisfacción no es envidia, ni inseguridad, ni inmadurez. Y reconozco que de siempre he soñado con estar donde no estaba, lo reconozco. Es más, de niño estaba convencido que el bocadillo de mortadela que mi madre le daba a mi hermana Santiaga era más grande que el mío y que la escuela de Calzadilla a donde me hacían acudir de pequeño era un petardo verbenero comparada con la de Coria,a la cual iban los hijos de los riquinos del pueblo. Por eso ahora, si uno se ha sentado a contemplar sobre las cálidas arenas de las islas Hawai, en compañía de una monumental rubia platino, la maravillosa belleza de un atardecer de agosto y ha olido también el azahar de la primavera sevillana, se da cuenta cuando contempla, como yo ayer, el espejismo del pantano de Gabriel y Galán vacío de agua y de gente, que en realidad donde de verdad quisiera estar es cruzando la selva amazónica en la grata compañía del desaparecido Miguel de la Quadra Salcedo, si es que en verdad aún existe selva. Por el contrario, si uno no ha pisado jamás Hawai como es mi caso, ni ha tenido la oportunidad de gozar nunca de la grata compañía de una monumental rubia platino, como también es mi caso, ni tampoco ha saboreado el prodigioso olor que despide el azahar de la capital bética, lo mejor es irse al cine, así que sin más, hasta otro día, que hoy me espera Scarlett Johansson.