Recuerdo que hace años, cuando los medios de comunicación se referían a nosotros lo hacían como hombres, mujeres, ciudadanos o personas. Pero cada vez más estamos dejando de ser personas para ser consumidores. Consumidores de comida, ropa, electricidad y petróleo. Consumidores de tecnología, incluso de ocio y deportes. Para algunos, hemos dejado de ser personas o ciudadanos para ser simples sujetos que a costa de comprar, gastar y tirar hacemos que la economía funcione. De entrada, creo que es muy triste que nuestro modelo se base en un consumo creciente y desmesurado. Deberíamos ser más autosuficientes. Pero hay una expresión que oigo últimamente y que me produce mucha inquietud. Ahora también nos tratan como consumidores... de cultura. Puedo entender que haya grandes empresas cinematográficas o discográficas que para obtener beneficios lo hagan a base de hacernos ir al cine a ver la peliculita de turno, con un bote lleno de palomitas, o adquiriendo el último CD de moda. Pero que por el hecho de ir a una biblioteca a leer, a hacer una consulta o simplemente a aumentar mi nivel cultural personal me digan que soy un consumidor de cultura, por ahí no paso. ¿Cómo se puede consumir la cultura si el saber ni se compra ni ocupa ningún lugar? De la misma forma que a nadie se le ocurre pensar que los que van a misa sean consumidores de religión, ni los que van al médico consumen salud ni los escolares consumen conocimientos, tampoco los que van a la biblioteca, al teatro o a un concierto consumen cultura.

Félix de Blas **

Correo electrónico