No considerándome persona especialmente culta, sino más bien normalita, se comprenderá que no utilice en mi discurso muchos de los términos hoy en boga en ciertos ámbitos. Nadie me oirá hablar de paradigmas o de significatividad , por ejemplo. Aunque también pudiera ello deberse a mi formación matemática, según la cual la mejor forma de decir que dos más dos son cuatro es precisamente esa, la que se entiende sin necesidad de diccionario.

En todo caso, sea por hache o por be, noto que últimamente está menguando mi capacidad de comprensión incluso de la prosa que ofrecen publicaciones que siempre consideré poco propicias a lo etéreo, como boletines o diarios oficiales. ¿Será algo grave?

Hace unos días, por citar un caso, el Diario Oficial de Extremadura publicó la "Orden por la que se crea la Red Extremeña de Escuelas de Inteligencia Emocional". Ya el título, si quieren que les diga la verdad, me dejó con cara de tonto. ¿"Escuelas de inteligencia emocional"? Bueno, me dije, no seas retrógrado, que pareces un carcamal. Léete despacio lo que dicen y luego opina.

Y lo leí, sí. Y, entre otras lindezas, llegué a un párrafo en el que se explica que el fin de tal red es "proporcionar a los miembros de la Comunidad Educativa los medios necesarios para desarrollar las habilidades y competencias sociales y emocionales que les faciliten una óptima convivencia y la excelencia en parámetros actitudinales y aptitudinales". Entre los valores que se fomentarán se cita el "reconocimiento de emociones ajenas: la empatía, la asertividad y habilidades emocionales y sociales".

¡Caramba! --me consolé--, los españoles ocuparemos la cola en todos los estudios sobre el nivel académico de los escolares europeos, pero ya veremos cuando esos análisis, en lugar de investigar si los chicos saben la tabla del cinco y tonterías semejantes, analicen si ellos --y sus profesores-- saben qué son la empatía, la asertividad y los parámetros --sobre todo los parámetros-- actitudinales. ¡Se van a enterar los finlandeses!