Hemos saludado el advenimiento de septiembre con una noticia de alcance mundial: el Gobierno respaldará las solicitudes del estado de alarma de las CC.AA... ¡sean del signo que sean! Es bueno que nos detengamos unos minutos a pensar sobre este concepto, puesto que quizá encontremos la raíz de la disfunción psiquiátrica que aqueja a la política española, abocándola a un callejón sin salida de imprevisibles consecuencias.

En esa afirmación del presidente del Gobierno lo importante es lo que no se afirma. En un Estado funcional no sería necesario que el máximo responsable gubernamental dijera que va a tratar a todas las unidades administrativas en igualdad de condiciones. La necesidad de afirmarlo contiene implícito que normalmente no es así. Es decir, que cuando se gobierna desde un color, no se trata igual a las regiones gobernadas por el mismo color que a las gobernadas por un color distinto.

Hay una segunda cuestión subyacente que se deduce de la anterior. La ciudadanía de unas regiones tiene más relevancia que la de otras, en función de quién gobierne en un sitio y en otro. Es decir, que si usted vive en La Rioja y su gobierno autonómico es de un signo distinto al del gobierno central, importa usted menos que si ha nacido en Andalucía y el color de sus gobernantes coincide con el color de Moncloa. Este asunto no es banal, puesto que su evidencia es tan aplastante y, al mismo tiempo, descansa tan ocultamente bajo el resto de argumentos, que hay que preguntarse por qué.

Y la respuesta a esa pregunta es la tercera de las cuestiones subyacentes, no menor: cuando el presidente del Gobierno se refiere a las CC.AA. no está pensando en su ciudadanía, sino en sus dirigentes, tal es el juego político en el que perversamente se ha convertido la democracia española. Lo que se quiere decir cuando se dice que (esta vez, y quizá solo esta vez) se respaldará a las CC.AA. (incluso) aunque sean del signo contrario al del Gobierno, es que ha habido otras veces y habrá otras veces en que, depende cómo se porte el Gobierno (y no la ciudadanía) de esas CC.AA. de signo contrario, se las respaldará o no se las respaldará.

Que nadie extraiga consecuencias coyunturales: no es una cuestión de este Gobierno ni de estas CC.AA., sino una inercia del sistema que viene alimentándose desde hace muchos años. Para analizar este problema, como la mayoría, tenemos que desenfundarnos la camiseta de nuestro equipo y realizar un análisis objetivo del edificio institucional español actual, es decir, en qué se ha convertido el diseño originario del sistema que consta en el texto del 78.

Si hablaba al principio de disfunción psiquiátrica es porque, constitucionalmente, el Gobierno es Estado y las CC.AA. también son Estado. Dicho de otro modo, cuando el presidente del Gobierno dice que respaldará a las CC.AA., lo que está diciendo es que el Estado respaldará al Estado. Una tautología que evidencia la existencia implícita de una esquizofrenia: que se contempla la posibilidad de que el Estado no se respalde a sí mismo.

No solo falla la concepción del Estado, sino también el concepto de democracia representativa, en cuanto que lo que llamamos de forma abstracta «Comunidades Autónomas» son, en realidad, gobiernos autonómicos constituidos por personas elegidas por su ciudadanía. Tratar mejor o peor a las élites de una región es tratar mejor o peor a sus gentes que son las mismas gentes que han elegido al Gobierno. Como se ve, la disfunción es notable. Cuando se habla de «lealtad institucional», pues, se debería hablar del conjunto de ambas cosas: lealtad a la construcción del Estado y lealtad a la ciudadanía. A toda la ciudadanía. No debería ser preciso recordar que en torno a diez millones de personas en España no votan a ningún partido, un 30% de españoles que merecen el mismo trato que el resto.

España empezará a salir del enorme bache en el que se encuentra cuando el liderazgo político tenga tan claras unas ideas propias fuertes como la necesidad de una lealtad institucional a prueba de bombas. La ciudadanía, efectivamente, debe sentirse representada sea del signo que sea. Incluso si no es de ningún signo. Sin permiso de nadie.

*Licenciado en CC. de la Información