Eduardo Haro Tecglen (El País) se distanció el miércoles de la ruptura de Saramago con el castrismo: "Saramago tuvo uno de los sobresaltos de conciencia que han hecho de él un hombre trascendental, y decidió no seguir con Cuba. (...) Eran unas emotivas líneas publicadas el lunes: la misma noche las radios de los nacionales se volcaban contra él como siempre: ¡ha esperado demasiado!, ¿no se había dado cuenta antes?, ¿es un pretexto para seguir atacando a EEUU? Están enloquecidos. No es cuestión política: son sus cargos, sus sueldos, sus prebendas. Habían recuperado la finca España y se les va de las manos..." "Yo --acababa-- he renegado de los fusilamientos --éstos y antes-- en Cuba: pero si el diablo me da a elegir, los elijo antes que los bombarderos liberadores demócratas".

Raúl del Pozo (El Mundo) se ocupaba de "la España del potaje y la vigilia" de Semana Santa: "El sabio pueblo español que se echa a la calle contra la guerra, que ve el Hotel Glam, esta semana se dedica a la devoción... Entiendo esa conmoción colectiva, entre la fe y la fiesta. Y he descubierto algo insólito en Andalucía... He visto a tíos como orangutanes llorar como magdalenas... No he visto a nadie llorar por el niño sin manos y sin piernas de Bagdad como a esos andaluces que hacían pucheros cuando los hermanos mayores daban la orden de no sacar a la calle los pasos" por el mal tiempo. "Los materialistas --concluía-- olvidaron que nadie puede vivir en una sociedad al margen de los mitos, las verdades eternas... Lloran desconsoladamente; quieren seguir en la idolatría".