Y a los hechos me remito, una segunda vuelta para elegir presidente, sería la mejor opción, eso sí, con matices. Me pregunto cuántos votantes y electores a esta hora estarán deseando dicha posibilidad.

Cierto es que esta vez jugaríamos con ventaja, pues si bien aún no conocemos los futuros pactos, sí podemos saber por obras y no por palabras, --ciertamente más fiables-- los que se dejan querer y a los se quiere, y lo más importante, saber lo que realmente cada uno anda buscando, entre otras cosas porque se pide y ya los resultados no pueden variar. Así los ciudadanos habrían pasado de escuchar y creer lo dicho en precampaña y campaña por todos los partidos, a comprobar si dijeron la verdad, y si fueron o no engañados y votar en consecuencia. Casi sería mejor votar en segunda vuelta a los pactos más que a los candidatos, no fuera a ser que aún así, terminasen prestándose diputados para que alguno ganara lo que no le corresponde y así el correspondido hiciera ganador al perdedor.

En fin, por si existen dudas, que las hay, una segunda vuelta no tiene por qué ser unas elecciones entre los dos partidos más votados. Cada Constitución debe especificar qué tipo de segunda vuelta elige para con la idiosincrasia y realidad social de sus ciudadanos.

Por regla general existen tres tipos de segunda vuelta; sin barrera, donde pasan los candidatos más votados, y en una segunda se decide con mayoría simple quien gana; con mecanismo de acceso simple, es decir, si ningún candidato obtiene mayoría absoluta, entonces se celebra la segunda entre los dos candidatos más votados y por último, con mecanismo compuesto de acceso, donde se establece ciertos requisitos para celebrar la segunda vuelta. Esta última sería la deseable y para ello debiera contar con el consenso de la mayoría de grupos políticos.

Por regla general se trata de establecer porcentajes, y diferencias porcentuales máximas y mínimas entre unos y otros para decidir quiénes van a segunda vuelta y solo para delimitar quién es presidente y/o vicepresidente. Lo que no puede ser es que en realidad se vote al que nunca se votaría, y eso debieran respetarlo viejas y nuevas políticas, porque entonces el resultado no emana del pueblo.