Si el primer cara a cara entre Zapatero y Rajoy ha sido criticado por haberse convertido en una superposición perfectamente cronometrada de dos discursos paralelos, la opinión pública espera que el segundo asalto, el de hoy, supere ese raquitismo del lunes pasado y sea de verdad un contraste de opiniones sobre problemas que tenemos encima de la mesa y que, por ello, preocupan a los ciudadanos.

Hemos tenido cuatro años para dilucidar asuntos como quiénes cometieron los atentados del 11-M, los términos de la negociación con ETA o si la Administración de Aznar fue más o menos avanzada en políticas sociales. La opinión pública tiene ya una conciencia formada sobre esos apartados. Pero de lo que se trata ahora es de mirar al inmediato futuro. Los dos aspirantes harían un gran favor a la democracia si esta noche expusieran sus alternativas sobre un conjunto de problemas que en la actualidad son los que reclaman respuesta desde la Moncloa.

Por encima de los consejos que puedan dar a los aspirantes los expertos que hoy se sitúen en cada esquina del ring, ganará el debate quien sepa transmitir a la sociedad española que tiene ideas para abordar los problemas del país. Para eso no hacen falta gráficos sutilmente manipulados, ni recortes de prensa, ni acusaciones al adversario de mentir. En el anterior debate ya pudieron desplegar todos esos recursos. Ahora, a seis días de las elecciones, lo que reclamamos es que den un paso más en beneficio de una democracia de mayor calidad.