Dramaturgo

Es difícil el papel de segundón (sobre todo cuando hay que sustituir al primero) y pocos lo asumen con arte. En tiempo de elecciones este papel sube enteros y es materia de trabajo para los principales que confían más, a veces, en quienes les siguen en las listas que en su tirón particular.

Del sexto pino se sabe poco comparado con el quinto , la hora veintiséis jamás dará título a programa de radio en la madrugada, y el jugador número trece , de existir, no deja de ser un desgraciado (sobre todo por el número).

Ser segundo (que no es igual que ser del Atleti) es un arte de difícil aprendizaje y ejercicio. Hay segundones en la historia, en las artes y en las letras. Quiñones de Benavente hacía mejores entremeses que Cervantes y no lo conoce casi nadie; Salieri componía mejor que Mozart y tampoco está el primero en las listas; Sergio Endrigo cantaba mejor que Raphael y nunca fue a Eurovisión; Guti es más goleador que Ronaldo y no anuncia Coca-Cola...

Los segundones pertenecen a ese libro que nunca se leyó en clase, a la letra chica, a las prácticas que jamás dio tiempo a hacer, a la segunda cadena de televisión, a las rebajas de febrero y al veraneo de septiembre. Son los que "estrenan" ropa usada, que consuelan a las novias de los guapos, que se quedan a un miserable número del gordo en el sorteo de la ONCE, que llegaron a mezzosopranos, a subdiáconos, a jueces de línea o a tocar la viola enfrente del violín solista. Son los eternos sustitutos, los pulidores de un Tour que siempre gana el Anquetil de turno, los del café de recuelo y las sobras del cocido en las croquetas.

Pero llegado el tiempo electoral ganan mucho y son la esperanza de muchos principales.