La visita que la selección de fútbol ha hecho a Extremadura ha sido un gran éxito. Y no solo por el resultado y por el buen fútbol desarrollado por nuestros internacionales, sino porque pocas veces --y no es fácil decir esto porque ya hay establecida una especie de competencia entre ciudades--, el equipo nacional ha debido de sentir tanto entusiasmo entre los aficionados. Ver el pasado martes el estadio Romano prácticamente lleno ¡en un entrenamiento!; ver como la ilusión de los niños por ver a sus ídolos la llevaban escrita en la cara; y ver como anoche, durante el partido, el jolgorio y la alegría campaba a sus anchas por las gradas, es el tributo que los extremeños han pagado a La Roja.

Siempre que España ha jugado en Extremadura, los aficionados se han volcado y han hecho de ese partido un hito inolvidable. En esta ocasión, el buen juego que despliega el equipo de Vicente del Bosque ha sido una razón más para que se desborde la pasión.

Lo que queda a partir de ahora es esperar que La Roja --es decir, la Federación Española-- entienda la acogida y el entusiasmo suscitado como un sentimiento que le compromete para hacer de la región sede de partidos futuros.