Ya hemos recorrido la primera semana del estado de alarma decretado por el Gobierno. Quedarse en casa como se reclamó desde ese día, primar el teletrabajo, restringir las salidas a la compra de productos de primera necesidad o a aquellas actividades ineludibles para mantener el país en marcha, extremar las medidas de protección del contagio mediante la higiene y el denominado distanciamiento social han sido las principales medidas impuestas por el estado de alarma a las que todos nos hemos tenido que adaptar, en una transformación enorme de nuestros hábitos cotidianos. Los ciudadanos han respondido a este reto con un ejemplar ánimo de resistencia a pesar de las inmensas dudas que se esconden tras el horizonte. La distancia física ha ido acompañada de otras muchas formas de proximidad emocional.

Tras unas primeras horas de confusión, el confinamiento ha sido ampliamente seguido. Calles semidesiertas, transporte público con la mínima ocupación, empresas vacías y medidas extremas de cuidado en tiendas de alimentación. El uso de las carreteras ha descendido bruscamente. Aun así, resultan lamentables algunas muestras, no mayoritarias, de irresponsabilidad.

Son días de inquietud y tristeza, pero también de solidaridad, de reivindicación del valor del servicio público y de la labor de quienes mantienen en pie los servicios esenciales y combaten en primera línea y no siempre con los medios necesarios el embate de una enfermedad cuya extensión ha desbordado las primera previsiones.

Pedro Sánchez ha hecho un balance de esta primera semana en un régimen de excepcionalidad (asumió que, desde el punto de vista productivo, puede no ser descabellado hablar de economía de guerra) en el que, advirtió, aún falta «lo más duro». Su mensaje a la sociedad fue de agradecimiento por los esfuerzos realizados por todos, de concienciación ante las pruebas que aún falta por pasar y de anuncio del despliegue de más recursos sanitarios e incluso militares. También, ante las críticas de quienes reclaman un confinamiento absoluto de las comunidades más afectadas, desplegó argumentos para defender que en España ya hay «un confinamiento general» entre los más rigurosos de Europa, algo que no podría ser menos dada la escalada de casos que seguirá aún remontando durante una semana para la que será necesaria mucha entereza de ánimo.