TSteñor: No sé qué opinión tendrás de la parafernalia que se monta en la tierra, cuando llegan estos días en los que rememoramos las jornadas de dolor y muerte que viviste en tu paso por este mundo. Me da la impresión, Señor, que no aprobarías el paso de las imágenes, sobre tronos valiosísimos, junto a las cajas de cartón donde a diario duermen personas, excluidos sociales, prójimos nuestros, a los que nos mandas amar como si Tú mismo fueras. Quería contarte en mi carta, Señor, que en la tierra, pasiones como la que viviste, afloran por doquier. Es verdad que pasaste unos días canallas entre nosotros pero, en estos tiempos, hay personas y familias enteras que sufren un intenso dolor provocado por los problemas sociales de nuestro tiempo.

Aunque estés en todas partes no me voy a cortar en hacerte llegar las pasiones de ahora y solicitar tu ayuda para calmar tanto dolor. Deberías empezar por tu representante en la tierra. Da mucha pena verle tras los cristales, intentando hacerse entender con la torpe mímica de sus limitados movimientos y sin poder articular palabra inteligible. ¡Tienes que resolver los intríngulis de la política vaticana y que este hombre pueda, de una vez, descansar en paz!

El dolor que vemos reflejado en el rostro del Papa, no es ni la mínima parte del que se aprecia en miles de personas que sufren la insolidaridad, el desprecio y la desigualdad, planteadas en razón del color de la piel, el sexo, o por la cuna donde nacieron. Las diferencias entre el norte y el sur, Señor, se agrandan más cada día. El azote del paro, la droga, o las guerras, les toca siempre a los más débiles. Haciendo honor a tu nombre, se comenten las más viles injusticias. Invocan la justicia social que predicaste al tiempo que clasifican a las personas por niveles sociales o países de procedencia. Los débiles cada día son más débiles y los fuertes aumentan su poder. Si anduvieras por aquí, Señor, tendrías que tirar del látigo más de una vez, para arrinconar a los mil mercaderes del templo de nuestros días. Habrías de expulsar de esta sociedad a explotadores de las riquezas ajenas, traficantes de droga, poderosos corruptos, mercaderes de inmigrantes, pederastas, difamadores, blanqueadores de dinero, terroristas, falsos mesías, religiosos radicales de cualquier doctrina, y cientos de miles de hipócritas y fariseos que pululan por doquier difundiendo su equivocada verdad en función de enriquecimientos personales en lugar de compartir, como Tú, Señor, nos enseñaste, y trabajar por el común de las ganancias.

Con mi devoción y respeto, atentamente.

*Periodista