TEtsta Semana Santa ha puesto de moda nuevas sensaciones, porque después del 11-M nos lo han puesto cada vez más difícil. Pero la semana ha dado bastante de sí. Apareció en este periódico bendito (¡cómo está, cómo está!) una fotografía de un cura confesando a una señora, que de verdad que ni el Play Boy. A la señora se la veía empotrada en la rejilla del confesionario y el cura con un ojo que traspasaba un muro de hormigón, como si el quiosco tuviera una trampilla inferior manipulable y ambos se hubieran fundido en un solo ser. De verdad que esa imagen me persigue la Semana de Pasión casi como ver el seguimiento de las procesiones por Telefrontera, donde don Alberto González hace gala de su lenguaje imperialista que el "torbellino del tiempo no ha podido orillar".

Por supuesto, los empalaos han vuelto a ponernos la carne de gallina, y en busca de nuevas sensaciones allí ha estado el mentalista Anthony Blake, aunque lo mismo se llama Antonio Rodríguez, aunque el que de verdad se ha debido empalar haya sido Aznar, con don Javier Casado al lado dándole agua, o mejor Alberto Astorga, más partidario de hacer sufrir que de dar esperanza, como hace ZP.

En muertes que no van a resucitar, la semana ha estado cuajada y no ha faltado de ¡na! Pero sensaciones las que están por venir en el convento de la Luz, de Brozas, que ha sido contratado por Carolina Herrera para traer a todos sus amigos de Nueva York a la boda de su niña. Ese día podrá ver el cateto americano lo que es capaz de hacer la gran decoradora Paki Doncel en la mitad de un campo extremeño, para curarse el estrés. En ese convento transformado, las sensaciones son distintas y no es necesario ver retorcerse a nadie.

*Escritor