La inflación en el 4,3% y el aumento del paro en 100.000 personas en el 2007 son datos que preocupan en nuestro país. Y algunos los han magnificado, relacionándolos con la restricción crediticia mundial y la caída de la actividad constructora, para proclamar que España está en plena crisis económica. Hasta han llegado a culpar al Gobierno central del encarecimiento de las hipotecas, cuando el tipo de interés lo fija el Banco Central Europeo. Y uno de los portavoces sectoriales del Partido Popular, Miguel Arias Cañete, ha sentenciado que se necesita "un decreto-ley brutal".

Pero el alarmismo, aunque sea interesado, precisa respuestas y Pedro Solbes dio algunas el pasado jueves. El crecimiento del último trimestre ha sido del 3,5%, que no pueden menospreciar los que presumían, hace cuatro años, de crecer al 3%. El paro está en el 8%, el nivel más bajo de los últimos 30 años pese a la inmigración y a su regularización. Y la inflación del 4,3% hay que verla en el contexto internacional: el precio mundial del petróleo y el diferencial con la UE, que ha empeorado solo dos décimas (de 1 a 1,2 puntos).

Solbes también tiene razón en que la desaceleración no es mala si el crecimiento no baja del entorno del 3% y la construcción no se desploma. Y no cayó en el excesivo optimismo de José Luis Rodríguez Zapatero ni excluyó que la crisis, hoy inexistente, pueda llegar.

Si Estados Unidos entra en recesión, Europa lo acusará. Pero señaló tres hechos que permiten contemplar las vacas flacas con más confianza. Uno, el superávit presupuestario --nunca alcanzado en democracia-- que llega al 2% del PIB. Dos, la economía española es más sólida porque trabajan tres millones de personas más. Tres, la solidez de nuestro sistema financiero, mayor que la de países más ricos.

Pero también hay sombras. La primera es que la caída experimentada por el sector de la construcción pueda incrementar el paro más de lo que el dinamismo de los otros sectores lo pueda rebajar. Y más paro tendría efectos recesivos. Sin olvidar la incógnita social de su incidencia sobre la inmigración. La segunda es que, si bien nuestro sistema financiero es muy sólido, el fuerte déficit de la balanza de pagos hace que la economía española dependa del crédito bancario internacional. Y si la crisis financiera se alarga, España sufrirá.

Solbes volvió a mostrar solvencia y sentido común, aunque nuestra economía puede tener problemas de cierta envergadura. Pero el catastrofismo no tiene ra- zón de ser y, como ha señalado la propia Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), es irresponsable por sus efectos negativos.