Los homosexuales extremeños prefieren que no se sepa que lo son. Es la principal idea que se desprende de la información que sobre las condiciones en que viven los gays y lesbianas de la región se recoge en las páginas del periódico. Uno de los grandes cambios habidos en el mundo durante los últimos años se debe a que los homosexuales han ido ganando presencia y han mostrado su condición sin complejos. Han ido conquistando algo que les pertenece: su derecho a ser iguales expresando su opción sexual diferente. Pero ese logro --ya se ve-- no ha llegado aún a esta región.

El lector que se detenga en la información que hoy se le ofrece se dará pronto cuenta de que está elaborada, salvo excepciones, con personas que prefieren no dar su nombre, o desvelar dónde trabajan; es decir, personas que se mueven en la clandestinidad, una situación que, por definición, debería estar excluida de una sociedad democrática. Ejercer de tolerantes ante los que sostienen ideas iguales a las nuestras no tiene ningún mérito. Donde una sociedad expresa su índole democrática es en el amparo y defensa de las personas que nos pueden resultar diferentes. Y el temor de los homosexuales es una declaración de que desconfían de que sus conciudadanos vayan a ser tolerantes con ellos.