Dice la sabiduría popular que, de bien nacidos, es ser agradecidos . Pues bien, desde estas líneas quisiera agradecen, en nombre de la familia de María Villegas Tapia, la profesionalidad y buen hacer de todo el equipo del servicio de geriatría del Hospital Virgen de la Montaña, de Cáceres. Desde el primero de sus varios ingresos, hasta su fallecimiento en el propio hospital, el pasado 22 de julio, hemos sido testigos directos del exquisito trato profesional y humano prodigado por este servicio de geriatría. Los goteros de suero, medicamentos, oxígeno, etcétera, eran complementados con generosas dosis de respeto, cariño, amabilidad y trato humano, por parte de su personal.

Debido al estado de su enfermedad, tuvimos necesidad de requerir sus servicios en muy reiteradas ocasiones y, en todas ellas, jamás vimos un gesto o escuchamos una palabra que no fuera de ánimo, de comprensión, o de colaboración y ayuda. Y todo ello con la diligencia y eficacia que, en cada momento, se requería.

¡Es nuestro deber!, decían.

Pues bien, hoy mi deber es reconocer públicamente y airear en la medida de mis posibilidades, la profesionalidad de las doctoras Rocío, Raquel y Julia, quienes no escatimaron posibilidades, por remotas que estas fueran, para mantener a María, con vida. Es mi deber reconocer públicamente la diligencia y profesionalidad de todo el equipo de enfermeras, requeridas en múltiples ocasiones, quienes no dudaron, como en el caso de Reme a quien le tocó vivir las dos últimas noches, en movilizar al servicio médico de guardia cuántas veces fue necesario. Es mi deber agradecer y reconocer la labor desarrollada por el equipo de auxiliares y celadores, quienes con paciencia infinita, exquisita delicadeza y generosas dosis de humanidad, se dedicaron en cuerpo y alma al bienestar de la enfermera. JOAQUIN M. FLORIANO GOMEZ Cáceres