WSw olo dos meses y medio después de ser confirmado en el cargo, lo que ocurría por primera vez en un responsable de los servicios secretos, el director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), Alberto Saiz, abandonado por el Gobierno, presentó el pasado jueves la dimisión y ayer fue relevado por el general Félix Sanz Roldán.

Saiz ha dimitido tras una campaña de acusaciones no probadas sobre supuesto uso de dinero público para actividades privadas, como reformas en su casa o viajes exóticos para cazar o pescar. También fue acusado de contratar a familiares, acusación que no negó, aunque aseguró que habían superado todos los exámenes y controles exigidos. Dos veces, ante la Comisión de Defensa, pública, y ante la de Fondos Reservados, secreta, presentó facturas para rebatir las acusaciones, pero eso no ha servido para nada.

La secuencia de los hechos indica en primer lugar que el Gobierno de Rodríguez Zapatero ha fallado en sus previsiones porque la campaña se inició antes de la renovación de Saiz en el cargo. Fue ratificado y después se le ha dejado caer sin más explicaciones. Pero lo más grave es que las acusaciones anónimas procedían del propio servicio secreto, probablemente de un núcleo de agentes descontentos, algunos de los cuales habían dimitido de sus cargos o habían sido destituidos.

Esta falta de control de la rebelión interna, que ha llevado al servicio secreto a dejar de serlo, convertido cada día en titular de portada de algunos medios de comunicación, es razón suficiente para que Saiz abandonara el puesto. Un servicio de inteligencia no puede sobrevivir sin cohesión y control interno y expuesto cada día a la curiosidad pública.

Pero ahora el Gobierno no puede premiar a los responsables de las filtraciones entregando sin más la cabeza de su enemigo. Debe actuar con contundencia y depurar a los que, incumpliendo el primer deber en el CNI, la lealtad al mando y la discreción, han puesto en riesgo el prestigio de la institución.

Para esa misión de recuperar la disciplina y el prestigio, el Consejo de Ministros nombró ayer al general en la reserva Sanz Roldán, jefe de la cúpula militar entre los años 2004 y 2008 y que ahora asesoraba al presidente del Gobierno en cuestiones de defensa.

Tras ocho años bajo el mando de un civil, un militar vuelve a dirigir el Centro Nacional de Inteligencia, pero eso será lo de menos si su autoridad es un aval para depurar las responsabilidades que deben exigirse a los agitadores.