También pudiera ocurrir que el año que viene, por el agravamiento internacional de la crisis o por cualquier otro motivo, los turistas no vengan, o cuando menos, que no vengan en masa como hasta ahora. En tal caso, la octava potencia económica del mundo, según Rodríguez Zapatero , se tendría que poner a pedir limosna en la puerta de una iglesia. Qué duda cabe de que debió de ser muy confortable para nuestros políticos administrar un país que parecía administrarse solo, pues que, como las criaturas de la ´Arcadia feliz´, no tenía sino que extender la mano para tomar de los árboles (del árbol del ladrillo y del árbol del turismo) cuanto precisaba para su sustento.

Era tan maravilloso vivir así que la industria se desmantelaba, la producción de bienes se deslocalizaba, el aceite de oliva se vendía a los italianos para que lo comercializaran ellos, y a los talentos que excepcionalmente brotaban en el país se les mandaba fuera porque, en puridad, aquí no se les necesitaba para nada. ¿Qué necesidad había de nada si lo teníamos todo, si hasta del menor esfuerzo nos liberaban los inmigrantes a cambio de cuatro perras?

Pero aun en el caso de que los turistas regresen como todos los años, los cuatro millones de españoles sin empleo no nos los va a quitar nadie, y eso por no hablar de los pobres temporeros inmigrantes para los que tampoco hay ya trabajo y que deambulan como almas en pena por los campos.

Si vuelven los turistas, y si entre ellos se cuela algún alma sensible, el paisaje humano que se abrirá a sus ojos estará despoblado de alegría: una línea brutal marcará la linde entre los españoles con trabajo y los sin trabajo, acogidos a la beneficencia del Inem o de los familiares.

A los turistas les daba últimamente lo mismo, al parecer, que donde había dunas, cañaverales, arroyos, bosques y prados ya no hubiera sino bloques de cemento con un campito de golf al lado, pero esa otra visión que les espera, la de la tristeza y la desesperación de los antaño alegres figurantes, podría provocarles sentimientos escasamente vacacionales, o sea, sentimientos.