TNtadie concebiría la sociedad actual sin el automóvil. Su uso se ha hecho imprescindible, de tal forma, que seguro que estaríamos dispuestos a renunciar a cosas más importantes antes que prescindir de nuestro "amigo" el coche.

El automóvil, bien utilizado, nos reporta altas cotas de libertad. Nunca antes hubiéramos soñado que distancias que nuestros antepasados tardaban días, meses e incluso años en recorrer, nosotros lo conseguimos en tan solo unas horas con un esfuerzo mínimo. Sucede que, como los medicamentos que nos curan, el automóvil tiene sus efectos colaterales adversos: Contaminación medioambiental, ruido y accidentes, cuando el llamado "factor humano", el conductor comete un error.

Los cazadores, cuando cogen su arma, siempre tienen presente el dicho "las escopetas las carga el diablo". Los conductores debiéramos asumir que en un vehículo siempre viaja "Lucifer" presto a intervenir.

Incluso parado, un vehículo tiene peligro si su conductor no adopta las medidas necesarias antes de abandonarlo. Y lo tiene, no solo en las vías abiertas al tráfico en donde se aplica el Reglamento General de la Circulación, sino también en caminos, parcelas, campos y fincas privadas.

Recuerdo hace algunos años que moría un conductor arrollado por su propio vehículo cuando abría la cancilla de una propiedad. Hace unos días, la tragedia acechaba a una familia de Guareña. De vez en cuando nos llegan noticias de muertes de tractoristas en caminos o en plena faena agrícola, amén de accidentes de ciclomotores, motocicletas, quads y otros vehículos, que no trascienden, pero que continuamente se producen.

Ante este grave problema, una profunda reflexión y la toma de medidas tajante por los propietarios y conductores, se me antoja imprescindible.

XEN LOSx accidentes con tractores y máquinas agrícolas de por medio, en una gran medida, se juntan antigüedad de los vehículos, desconocimiento de las normas y condiciones psicofísicas deterioradas. Quizás en estos casos, las administraciones debieran ser más contundentes en la ITV y en la misión inspectora a los Centros de Reconocimientos Médicos para Conductores.

En esta época del año, las celebraciones, comidas o estancias en el campo, se multiplican y, con demasiada frecuencia, son aprovechadas por menores de edad sin permiso de conducir para, con o sin autorización de los mayores, hacer sus primeros pinitos con cualquier tipo de vehículo. Un peligro, una causa de accidente que con harta asiduidad queda en el anonimato.

La atención médica y los daños materiales en estos siniestros, no son aceptados por las compañías de seguro y de conocerse caerían sobre los bolsillos de los que permitieron tamaña imprudencia. Los vehículos se deben siempre conducir con el permiso correspondiente y cuando un profesional de la enseñanza, un profesor de autoescuela, haya verificado que su alumno puede presentarse al examen correspondiente, aprobarlo, y ser un conductor seguro.

XLO OTRO,x el pretender enseñar a hijos, nietos o sobrinos para ahorrarse unos euros, la mayoría de las veces supone un gasto mayor (se deben limar vicios adquiridos), cuando no, un accidente que, les puede marcar de por vida.

Los vehículos pueden, y de hecho matan. De ahí que debiéramos ser escrupulosos en cumplir lo establecido en ciudad, carretera, caminos, parcelas...

Mientras se come la tortilla, el filete empanado y se bebe el excelente vino de la tierra (si luego no se va a conducir), las llaves del coche deberían estar siempre en el bolsillo de su conductor, porque, como decía al principio, el coche, como las escopetas, los carga, en este caso los hacen funcionar los diablillos de la casa.