Anda ahora por Extremadura, ahora solo de vacaciones, Eduardo Moga, quien hace unos meses presentó su dimisión como director de la Editora Regional y el Plan de Fomento de la Lectura. Atrás quedaban dos años en los cuales la Editora había salido de la postración en que la había mantenido la anterior gestión y en los que, pese a tener menos presupuesto que nunca, había vuelto a ser una referencia de la vida cultural en la región publicando a jóvenes y consagrados extremeños y atrayendo, como sello de calidad, a autores de fuera para que escribieran sobre nuestra tierra. La renuncia de Moga, presentada por las condiciones insoportables en las que se veía obligado a desarrollar su labor, fue aceptada enseguida, sin intentar retener a uno de los escritores más valiosos de la actualidad, pero con cierta perplejidad, pues al igual que fue el primer director seleccionado por un riguroso concurso público (y no por libre designación), fue el primero que renunció, en lugar de ser cesado. En esta tierra donde quien agarra la ubre de lo público no la suelta ni con agua caliente, es comprensible la sorpresa.

Si Don Quijote volvió a su pueblo manchego tras haber sido derrotado por el bachiller Sansón Carrasco en la playa de Barcelona, Eduardo Moga regresó a Barcelona tras haber sido vencido por las continuas trabas y mezquindades que han obstaculizado su labor hasta hacerle renunciar a su sueño, que era quedarse en nuestra tierra. Un amigo lo comparaba con Gulliver atado de pies y manos por los enanos leguleyos cuyo dios es el procedimiento burocrático. Casi nadie sabe que Moga, como alto funcionario en la Generalitat, ganaba un sueldo mucho mayor que el que recibía como director de la Editora, o que ha sido el único director que renunció a cualquier honorario por lectura. Gesto de nobleza que nadie agradeció y pocos entenderán, aquí donde el «listo» es el que chupa de lo público y encima defrauda a Hacienda. Pero él no estaba aquí por dinero, sino por amor a una tierra con la que se sentía más identificado que con su Cataluña abducida por el procés. De ese amor es prueba El desierto verde, quizás el mejor libro de poemas escrito sobre Extremadura.

Hay que decirlo bien alto y claro: ésta es una región que ahuyenta el talento y pone en fuga la brillantez. Ingenieros aquí explotados por cuatro duros y que rehacen su vida en Chile o Costa Rica. Médicos especialistas con reconocimiento mundial a los que se les hace la vida imposible y acaban yéndose a Inglaterra. Por no hablar de la continua sangría hacia Madrid, donde uno se topa extremeños a cada paso. Gente con ganas de hacer cosas y que se topa con la suspicacia de los que quieren hacer lo menos posible.

La Yunta de Extremadura quiere bueyes y mulos que se dejen uncir para seguir los surcos de siempre, no toros bravos o caballos que emprendan nuevos caminos. Los empresaurios quieren exprimir a los jóvenes y si no les gusta, ahí tienes la puerta, que hay muchos en paro. Esto no cambiará, gobierne quien gobierne, mientras no cambien ciertas mentalidades encallecidas. Nuestra región no avanzará mientras el ritmo lo sigan marcando quienes no tienen otro mérito que haber aprobado una oposición hace treinta años, pertenecer a un partido o a una familia y haber sido nombrados a dedo, o haber heredado, junto a un capitalillo, los modos y actitudes de épocas pasadas.