TLta demoscopia y el marketing electoral han sustituido la democracia por la democracia demoscópica. En campaña esto es todavía más cierto. Se promete lo que los ciudadanos quieren independientemente de que quien lo hace sabe que no lo puede cumplir. Las encuestas auscultan la voluntad de los electores y la propaganda se lo promete. Luego, Dios dirá.

Y las malas noticias se ocultan. La degradación de la vida política lleva inherente el desapego y la desafección de los partidos y sus líderes. En el último tramo de esta realidad, los partidos no ganan las elecciones sino que son los gobiernos quienes las pierden.

Mariano Rajoy calla mucho más de lo que habla. Y sus silencios le están siendo rentables porque las encuestas le llevan a La Moncloa sin necesidad de decir lo que piensa. Los silencios de Rajoy son oro para el PP.

Alfredo Pérez Rubalcaba promete justo lo contrario de lo que ha hecho como vicepresidente del Gobierno, en un intento desesperado de conquistar a algunos de los desengañados de este socialismo español.

Ha empezado la carrera hacia el 20-N. Ruido de sables en los cuarteles socialistas en donde hay que colocarse mucho más arriba en las listas para tener uno de los 125 escaños que le auguran las encuestas.

Y en el Partido Popular empiezan las cábalas para poder estar en el Gobierno. La calle está muy escéptica, viendo como las malas noticias económicas se suceden sin interrupción.

En el fondo, los electores creen muy poco de lo que les dicen los políticos y se aferran al fatalismo de que el mañana será igual o peor, pero por lo menos las fotos de los álbumes de la política serán distintas. Algo es algo.