No sé cuántas veces más tendrá que perder la derecha española las elecciones, para darse cuenta de que ha regalado a la izquierda el gran banco y caladero de votos que es el centro. De izquierda, centroizquierda, derecha, derecha-derecha y ultraderecha son los partidos y su mensaje político y ideológico que deciden estos cuatro días, con el paréntesis reflexivo de los Reyes, la presidencia y la formación de nuevo Gobierno en España.

Es asombroso enterarse de las posiciones políticas de la canciller alemana Merkel y compararlas con su teórico homólogo español, Pablo Casado, para medir la infinita distancia en kilómetros, y aún más en modernidad política, que les separa.

El Partido Popular está pasando uno de los peores momentos de su historia. Veo en los escaños del Congreso, en una toma televisiva durante el debate de investidura, a un Casado junto a Cayetana Álvarez de Toledo, y contemplo en el joven barbado a un náufrago y desorientado navegante de la política española que para nada puede reivindicar el árbol genealógico que nos llevaría a Adolfo Suárez, y en el que si se le inscribiera se le podría colocar estos días a la derecha, por posicionamiento político, del mismo Manuel Fraga.

Escuchando este sábado la intervención de Casado para rebatir la defensa que Pedro Sánchez hizo de su investidura, muchos nos preguntábamos qué iba a dejarle a Santiago Abascal.

Es un PP que continúa el año de bandazos de 2019, de fracasos electorales solo algo tamizados por el infantilismo que tras las elecciones de abril se apoderó de Sánchez y Pablo Iglesias, con vetos, desconfianzas, faltas de respeto y traiciones a la confidencialidad, y del que solo maduraron tras darse cuenta de que el fracaso político, colectivo, solo beneficia a los antisistema por la derecha, a los que acabarían con las elecciones y democracia si pudieran, y que prósperamente han conseguido un cómodo chiringuito que añora y practica actitudes fascistoides como la del grupo de diputados, tal cual las SA nazis, entrando en pelotón compacto en el hemiciclo del Congreso de Diputados.

Podemos está en la izquierda, el PSOE en el centro izquierda -ocupa espacios amplios del centrismo por deserción del adversario, que los cedió a tierra de nadie--, los restos de Ciudadanos se inscriben en la derecha pidiendo a gritos una primera oportunidad para ser absorbidos y amparados como única forma de rentabilizar las últimas masas votantes naranjas, mientras Casado y los suyos -cómo disfrutan estando lejos personas como González Pons-- se han hecho a codazos con parcelas de la extrema derecha en este debate de investidura, y Abascal, a quien le hacen el trabajo, además de sabedor de que ya no puede ir mucho más lejos, disfruta plácidamente de su piña colada sentado en las playas de la ultraderecha, esperando que no desembarque ninguna patera indeseable.

Luego están los demás, por ejemplo un PNV que sigue dando lecciones de europeísmo, sensatez y madurez políticas, y una Esquerra en la que hay señales paranormales de que podría haberse producido ese milagro político en Barcelona que este país necesitaba. Por la falta de responsabilidad de Ciudadanos y sobre todo PP, la verdad es que los republicanistas catalanes están a punto de prestar, al menos de momento, un servicio a España; tiempo habrá de que luego lo estropeen, me puede decir alguien, pues sí, habré de contestar.

Los españoles habíamos votado con cierta claridad, y los populares no lo han visto ni en el último momento. Sería un prodigio que este no saber estar en los momentos importantes, no les costara nada.

Pero queda mucha tela por cortar. El coste de algunos votos de la investidura, como primera incógnita. La cuadratura de las cuentas, también, porque todo es economía, hacer real esa utopía de a cada uno según sus necesidades, y de cada uno según sus posibilidades; la inestabilidad de la mayoría parlamentaria para varias decisiones importantes, de las que seguramente el PP, conveniente y necesario, se va a desvincular a partir del martes. Como pedía el presidente de la Junta la otra noche, y a ello se refería, hacen falta diálogos, generosidad y acuerdos, y en ellos está la redención para la errante derecha.

*Periodista.