En la calle, viven miles de personas, gente desahuciada de la sociedad, gente sin casa, sin familia. Hay gente difícil, personas huérfanas de cariño, expulsadas del trato humano, seres sin dinero y sin amor, una humanidad doliente que malvive por calles, carreteras, afueras, soledades, y miserias.

Qué penoso es que tantos hermanos nuestros, tantas hermanas, vivan como pueden, pidiendo limosna, comiendo mal, enfermos de cuerpo y de ánima, que se arropan con cartones, para dormir a la intemperie, bajo la humedad de un puente, al triste amparo de un cobertizo abandonado, a la puerta de una iglesia, en el portal de rollos de una viejísima casa de pueblo, donde mean los perros, donde hay cacas y olores desagradables, y ahí, busca cobijo un joven, o un adolescente, imagínate a tu hijo, ¡ qué pena inmensa!

El otoño es frío por estos días, y el invierno siempre es peor, ya lo sabemos, y en las noches clarísimas y puras de diciembre, brillarán las inalcanzables estrellas. Desde el calor de las mantas, se puede soñar aún despiertos, y soñaremos, como solemos hacer a veces, con pedazos de dicha. No sabemos a veces lo que queremos.

Los sin hogar, los que comen un poco y mal si pueden a veces, los que están enfermos y no pueden curarse, quienes dormitan tiritando en las noches frías o de lluvia ladrado por los perros, entenderían de otra manera la felicidad, creo yo.