TLto ocurrido esta semana, otra de vértigo para la eurozona, con el estallido final de la crisis italiana vuelve a poner en la picota la credibilidad de la deuda española. Sin embargo, no hay comparación posible, no hay ninguna semejanza entre el caos financiero que el ínclito Berlusconi ha montado en Italia y el coste social que ha padecido España para reducir el déficit y cumplir los compromisos contraídos con la UE.

Es pues totalmente injusto que la prima de riesgo española se vea arrastrada a las zonas de alto peligro de intervención, donde se encontraba ayer, merced a la alta probabilidad de que Italia no pueda hacer frente a una deuda que supera el 120 por ciento de su Producto Interior Bruto. En primer lugar porque España no debe ni la mitad que la Italia de Berlusconi, está pagando religiosamente sus créditos y ha puesto en práctica todas las medidas para dar garantía de solvencia. La última, la reforma de la Constitución, pactada inusualmente entre el Gobierno y el PP.

Mientras los españoles se apretaban el cinturón, los italianos seguían bailando porque su primer ministro (que por cierto amenaza con sacar un nuevo disco de canción melódica) les decía que su país iba bien. Ahora contemplan estupefactos como inspectores europeos desembarcan en el Banco de Italia para investigar sus cuentas.

No es lo mismo la gestión llevada a cabo por un jefe de gobierno como el italiano, que se ha servido de su cargo político para evitar las múltiples causas judiciales relacionadas con sus empresas y sus actividades sexuales pagadas con menores, que la gestión del Ejecutivo de Zapatero negado ahora incluso por los suyos como si fuera un apestado.

El Gobierno socialista actuó mal ante la crisis que se avizoraba en el 2008 por negar la realidad y no tomar las medidas necesarias en tiempo y forma. Por seguir invirtiendo de manera improvisada en medidas para incentivar el empleo que resultaron inútiles y un despilfarro del dinero público. Todo eso es cierto, pero cuando Bruselas llamó a capítulo y se vio la gravedad de la situación se tomaron las duras medidas sin rechistar. Eso sí, con una oposición como la del Partido Popular que, sabiendo que ellos habrían tenido que hacer lo mismo, jugó a la contra solo por estrategia electoral. Por eso va a ganar las elecciones, porque ha utilizado la crisis, al igual que hiciera con la lucha antiterrorista, como trampolín para llegar al poder sin mojarse.

Así que, de momento, los dos candidatos, Rajoy y Rubalcaba , siguen de campaña mientras Europa hace equilibrios sobre el abismo.