La manifestación convocada por los sindicatos que se desarrolló ayer en Madrid ha sido la primera gran protesta en la calle que ha tenido Rajoy en su segunda legislatura. CCOO y UGT no están dispuestos a que la recuperación de la economía que reflejan los datos macro se siga haciendo a costa de cronificar el empobrecimiento que han sufrido la inmensa mayoría de ciudadanos. Durante este periodo de crisis, los sindicatos no han sido -por su propia debilidad, pero también por responsabilidad- encarnizadamente beligerantes con el poder político, lo que les legitima para reclamar ahora una salida más justa de la crisis. Tienen a su favor la situación de minoría en que se encuentra el Gobierno, que la semana pasada vio cómo el Congreso inició los trámites para derogar la reforma laboral. Cambiar ese texto es un fin no solo legítimo sino razonable, puesto que legislar sobre una materia tan sensible exige un gran esfuerzo en pos del consenso, todo lo contrario de lo que hizo el PP hace cuatro años, cuando, amparado en su mayoría, impuso sus tesis. Y lo mismo cabe decir de la reforma de las pensiones o el aumento del salario mínimo: son asuntos cuya importancia trasciende un partido o una legislatura, por lo que el diálogo político y social es imprescindible, so pena de que la victoria táctica de un partido solo genere más crispación social.