WTwony Blair sabe mejor que nadie que le aguarda una tempestad política tras los atentados de Londres. El consenso social, hijo de un lógico y encomiable reflejo de respeto por las víctimas, dejará pronto lugar a una batalla inevitable en una sociedad democrática y de opinión como es la británica. En especial porque el sufrimiento añadido que se inflige a las familias de las víctimas por la falta de información es inaceptable, ética y políticamente. Y porque de hecho la batalla política empezó ayer mismo, cuando Blair rechazó la petición de la oposición conservadora de crear una comisión de investigación parlamentaria --en el formato y los términos que decidiera el Gobierno laborista-- para dilucidar qué pasó y qué falló el 7-J.

Blair sabe que la tempestad es inevitable, pero actúa como si no quisiera saberlo. Rechaza la investigación parlamentaria alegando que se politizaría. Pide disculpas a las familias de las víctimas sin poder decirles lo que necesitan saber. Y propone nuevas leyes antiterroristas como el control total de las comunicaciones cuando en Gran Bretaña aún no se ha logrado implantar todavía el DNI y en la que buena parte de su sociedad ha interiorizado que la aventura iraquí tendría consecuencias.