Las armas vuelven a disparar en Siria. No es que hubieran dejado de hacerlo por completo durante la semana en que ha sobrevivido la tregua alcanzada entre EEUU y Rusia, pero sí que hubo un alivio. Sin embargo, el punto que no se ha cumplido es el de la llegada de ayuda humanitaria a una población asediada como es la de Alepo. Tanto el régimen de Damasco como su aliada Rusia niegan la autoría del ataque a un convoy de las Naciones Unidas y el bombardeo de un centro de asistencia médica cerca de aquella ciudad, pero la negativa no esconde que en esta guerra la población civil se ha convertido en el enemigo a batir, algo que ni siquiera se dio con tal salvajismo en la guerra de Bosnia. Aquella tregua no podía durar, por muchos motivos. El principal es que fue firmada solo por EEUU y Rusia cuando los protagonistas de la guerra son muchos otros. Algunos no están alineados con los dos grandes y tienen su agenda propia. Los rebeldes que confiaban en Washington temen que este apoyo acabe fallándoles, y no es de descartar una aproximación a fuerzas más extremistas. John Kerry, el secretario de Estado de EEUU, quiere salvar la tregua como sea, pero hoy por hoy no parecen darse las circunstancias para ello. Mientras, la situación de los civiles atrapados en esta guerra será sin duda peor de lo que era antes del alto el fuego.