El fin de la vida nominal de Garoña ha activado el debate nuclear. En realidad, lo que ha acelerado es la necesidad de definir el modelo energético de los próximos 20 o 30 años. Aun esforzándonos en prescindir de prejuicios ideológicos y de modas, no es fácil concluir si es posible o no prescindir de la generación nuclear. Por lo tanto, no insistiré en las bondades o maldades del sistema nuclear para revisar exclusivamente las posibilidades de un sistema no nuclear.

El sistema eléctrico español está compuesto por una mezcla de diferentes tecnologías. En el 2008 la generación con ciclo combinado de gas aportó el 32% del total, el sistema nuclear generó el 20%, las centrales de carbón el 16%, el resto de régimen especial (cogeneración, minihidráulica y solar) el 13%, la eólica el 11%, y la gran hidráulica el 9%. Por lo tanto, decidir suprimir un sistema que aporta una quinta parte del total no parece a priori una buena determinación. La conclusión más sencilla es que el sistema eléctrico no podrá vivir sin la generación nuclear y no caer en manos del gas. Pero esta es una conclusión superficial, fruto de no haber profundizado en los problemas tecnológicos.

España decidió copiar el modelo alemán en la difusión de energías renovables estableciendo un sistema similar de primas. El resultado ha sido la proliferación de parques eólicos y termosolares. El peso eólico en la red española empieza a ser único en el mundo, si obviamos el caso danés por su conexión con los países vecinos. Si bien la generación eólica fue del 11% en el conjunto del año, en determinadas horas del pasado invierno el viento aportó el 43,5% de la generación. Con una potencia instalada de más de 16 gigavatios, actualmente hay momentos en los que los parques eólicos deben interrumpir su producción al no tener cabida en el sistema. Dado que la energía eólica es variable, otras tecnologías han de seguir la inconstancia, generando más o menos para complementar el sistema. Además, el consumo tampoco es estable, llegando a ser por la noche la mitad del que es durante el día; y los domingos, mucho menor que los días laborables. Son la generación hidráulica, el gas y el carbón las tecnologías que complementan la variación. El sistema nuclear no fluctúa, a pesar de que en Francia sí lo hace de forma ligera. Por lo tanto, la energía nuclear y la eólica son incompatibles; se trata de dos sistemas rígidos que necesitan otras tecnologías complementarias y flexibles.

No es sencillo encontrar un mix que resuelva a la vez la dependencia energética del exterior y minimice la generación de CO2 para mejorar el cambio climático. El sistema eólico actual ya no puede aumentar sin tener que perder muchas horas de conexión con la red debido a los mínimos de seguridad que exige el sistema: las nucleares no alteran su aportación y las centrales térmicas no se pueden parar completamente al tener que responder a una falta de suministro. Se puede parar totalmente el carbón y sustituirlo por gas, se puede mejorar el estado de la red de alta tensión para evitar los embudos, pero se deben hacer muchas otras cosas para seguir avanzando en el desarrollo eólico. Por ejemplo, es necesario aumentar la conexión con Europa mediante la MAT de Girona y la futura MAT del lado oeste de los Pirineos, gestionar mejor la curva de demanda eléctrica (trasvasando parte del consumo diario a la noche) y aumentar la capacidad de almacenamiento eléctrico de las centrales turbina bomba. Si todo eso se hubiera ejecutado el año pasado, la generación nuclear se habría podido suprimir por completo, y la generación eólica potencial habría pasado del 11% al 28%.

La sustitución de la generación nuclear por otra renovable es posible y nos interesa. Pero no consiste solo en parar las centrales; requiere dejar claro el nuevo modelo energético, promoviendo más centrales de cogeneración y más parques eólicos, y acelerando la instalación masiva de contadores eléctricos de doble tarifa.

La gran revolución energética debe llegar con los coches eléctricos enchufables. En efecto, la carga mayoritaria por la noche puede posibilitar por completo el aplanamiento de la curva de consumo. Diez millones de coches eléctricos cargando (la mitad del parque actual) pueden suponer duplicar la potencia mínima nocturna, lo que permite resolver los embudos y llegar al máximo en energías renovables. Si un día llegamos a implantar los coches eléctricos, el peso eólico puede llegar hasta el 45%, dejando el consumo de gas en la misma cantidad de ahora. Y nos permitirá ahorrar el 25% del petróleo que importamos.

Está claro que también sería posible ir a un modelo nuclear como el francés. Pero es mucho más práctico por la ejecución en el tiempo, más fácil para determinar emplazamientos que la sociedad acepte, y más interesante para el desarrollo del país, resolver el problema con el modelo eólico. 80 gigavatios eólicos generan como 21 centrales nucleares, y producen una cantidad de tecnología, de empleo y de flujo de exportación que dudo que ninguna otra solución posibilite. El modelo eólico nos pone en cabeza de la tecnología energética. La alternativa de 3 centrales nucleares más nos perpetúa en la mediocridad. Nosotros elegimos.