Los años de cotización y la edad de jubilación son las dos premisas para hacer el cálculo de las pensiones. El tiempo cotizado debería ser el principal argumento, pero no es así. Cuando empezó el sistema de la Seguridad Social, a mediados del siglo pasado, se basaba en la media de esperanza de vida de los ciudadanos, que por entonces no superaba los 65 años. Actualmente, los estados quieren aumentar la vida laboral, ya que la esperanza de vida también ha aumentado entre 10 y 15 años. Para tener derecho al máximo de jubilación, debe haberse cotizado al menos 35 años, y para poder percibir el mínimo, 15 años. En esa conjunción de tiempo trabajado y edad de jubilación incide un factor importante: la generación que hoy en día se retira lleva trabajados al menos 45 años. En algunos países europeos, como Bélgica y Francia, la condición necesaria para tener derecho al 100% de la pensión es haber cotizado durante 45 años. Eso significa que una persona en esas condiciones se pueda jubilar tranquilamente a los 65, o incluso antes. En España, la legislación establece tener 65, y si no se llega a los 35 años de cotización se aplica un descuento proporcional. Se da la circunstancia de que muchos españoles deben esperar a cumplir esos 65 años para poder jubilarse con el 100%; muchos trabajadores, al llegar a los 60 años, tras 45 cotizados, se han tenido que retirar con un 40% menos de la base de cotización por la reducción del 8% por cada año que falte para los 65. El sistema necesita una reforma si queremos que siga siendo viable. En Francia se permite la jubilación a los 62 años porque lo que cuenta son los años de cotización, no la edad. No hay derecho a que españoles con 45 años o más de cotización hayan sufrido recortes drásticos de pensión.

Joaquín Garrido Mena **

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