En las revueltas recientes de ciertos países árabes se repite una acción característica. Los rebeldes indignados destrozan pasquines con una gran foto del derrocable. Nada nuevo bajo el Sol. Todas las revoluciones están marcadas por la iconoclastia. ¿Cuántas estatuas de Lenin , del Duce o de Salazar han caído bajo la ira de la gente? Lo curioso no es el acto de la destrucción, sino la tendencia de ciertos autócratas de perpetuarse en imágenes, ya sean cinematográficas, fotográficas o estatuarias. Llegaron al poder como representantes de una idea y, con el tiempo, la idea ha sido suplantada por su personalidad. No es de extrañar, entonces, esa inquina destructiva hacia el dirigente que creía que su imagen le acercaba a la inmortalidad.

La semana pasada se añadieron a los manifestantes sirios, libios y yemenís dos casos muy parecidos y antiguos de suplantación de las creencias por un sentimiento cercano a la fascinación idólatra. Tuvimos ocasión de ver cómo una de las coronas más desprestigiadas del mundo, la británica, intentaba hacerse un nombre en el star system del papel cuché. Mientras en los países musulmanes el poder intenta cambiar de protagonistas mediante el manido y desesperado recurso a la violencia, en Occidente se mantiene y se glorifica gracias a las cámaras de televisión.

El otro gran fenómeno de masas de los últimos días tuvo lugar en Roma con la beatificación de Juan Pablo II , ese pontífice cuya mayor aportación a la Iglesia fue la introducción a su servicio de las artes audiovisuales. La beatificación de Juan Pablo II es un acto íntimo de una cúpula eclesial que hace tiempo que se ha convertido en un club privado. Están en su derecho de acelerar los procesos de beatificación y de inventarse supuestos milagros. Tanta importancia tiene la arbitrariedad de Ratzinger como la canción de Louis Armstrong When the saints go marching in . Pero una vez más, la gran idea liberadora del cristianismo ha sucumbido a manos de los que se creen sus albaceas exclusivos. No hay tradiciones ni sentimientos. Lo único que hay son ideatenientes que se creen más importantes que sus creyentes y que, a este paso, llegarán a ser más importantes que Dios.