TTtengo la impresión subjetiva de que, salvo alguna rabieta como la de las vacunas, la ministra de Sanidad no lo hace mal, y por eso mismo intento comprender cuál es el motivo oculto de su obsesión por las hamburguesas. Comprendo que una hamburguesa lleva grasas, pero lleva muchas más una fabada, y, al menos hasta el momento de escribir estas líneas, no parece que se preparen leyes antifabada o reglamentos complementarios. Otrosí, mis amigos Cándido y José María , dueños y directores de los dos mejores restaurantes de Segovia, no me han alertado de posibles movimientos en contra del cochinillo, ese cochinillo churruscante, sabroso, tierno como las verduras... y grasiento como lo exige su naturaleza. El cordero mismo, sea en cochifrito, asado, o en guiso de caldero, contiene mucha grasa, incluido el cordero lechal, y no digamos el recental, en cuyas chuletas lo más sabroso es la grasa chamuscada por las brasas, cuyo humo al envolver la carne la envuelve de peligrosos benzopirenos, uno de los cancerígenos convictos y confesos.

Más aún, a pesar de presumir mucho de dieta mediterránea, uno de los componentes importantes de la alimentación española es la chacina, en cuya elaboración hemos llegado a la tecnología punta con jamones y chorizos. Cien gramos de salchichón o cien gramos de panceta contienen mucha más grasa que cien gramos de hamburguesa. O existe una razón científica, que hasta el momento nos hurta el ministerio de Sanidad, o a la titular del departamento le sucedió algo en la adolescencia, y su subconsciente no puede soportar el anuncio de una hamburguesa. Y teniendo en cuenta que, hace unas semanas, con la Pasarela Cibeles, estábamos en plena lucha contra la anorexia, esto es un no vivir, donde parece que nos aguarda un tormentoso futuro en el que nunca vas a saber si te van a dejar sin empleo por estar demasiado delgado o te van a detener por comer torreznos.

*Periodista