Felipe González sigue teniendo un magnetismo casi adolescente: su magia es todavía un reflejo de la del Congreso de Suresnes; muchos fanáticos de Zapatero no han leído la reciente historia del PSOE cuando los jóvenes Felipe, Alfonso, Enrique (Múgica), y Txiki (líder de las juventudes) refundaron el partido frente al inmovilismo del exterior. Pero entonces no marginaron a los viejos socialistas de entonces. Ramón Rubial fue presidente del partido hasta su fallecimiento entre el respeto de todos.

La foto del centenario parlamentario de Pablo Iglesias fue balsámico para el presidente del Gobierno; la comparación entre el discurso de Felipe y el suyo, demoledora para el inquilino de La Moncloa: sus lugares comunes se remitieron al mensaje de que no había depresión en las filas socialistas. Otra vez sordo y ciego: la depresión es absoluta. Felipe, brillante. Resucitar un partido requiere algo más que un milagro; Lázaro anduvo porque había bases contractuales para un milagro entre Jesucristo y sus compromisos evangélicos; para que el PSOE se levante y ande tiene que recuperar la autoestima y quitarse el sometimiento al césar de León.

Ahora que Alemania ha anunciado su recorte de gastos, Rodríguez Zapatero ha recuperado su pretensión de infalibilidad acrecentada por la visita al Vaticano. ¿Por qué la foto con un Silvio Berlusconi en el momento más autoritario de su carrera política? Misterios de la agenda monclovita.

Si el cónclave de los viejos y los nuevos socialistas es sólo para hacerse una foto, su efecto esotérico durará poco porque la propaganda permanece lo que tarda en volver la realidad: un instante. El PSOE, en el centenario parlamentario de Pablo Iglesias, casi necesita una refundación sobre los viejos valores de la dialéctica entre pensamientos dispares en la forma de interpretar el socialismo. El monismo político de carácter conceptualmente estalinista -sin violencia, sin doctor Beria, sin ejecuciones, pero conceptualmente autoritario y caprichoso en la forma de elegir los colaboradores ungidos para el contacto con el líder- es una deriva de la personalidad de Zapatero: un superviviente político a costa de eliminar a cualquier adversario en quien entiende la discrepancia como un acto de indisciplina y de deslealtad. ¿Dónde está Jesús Caldera? Nada nuevo.