Soy corredora de fondo, ciclista y, además, tengo perro. Sé que a mucha gente no le importará ni lo uno ni lo otro, pero el motivo de mi carta es destacar que no hay día en que alguien no critique uno de esos tres aspectos. Cuando uso la bicicleta me atacan a veces como si fuera una delincuente; parece mentira. Cuando corro, me critican los taxistas porque cuando hay una carrera se cortan algunas calles. Y a los propietarios de perro se nos echa en cara que no recojamos los excrementos del animal. No soy nadie para intentar convencer a nadie de nada, pero veo que vivimos en una sociedad de intolerantes. La bicicleta no contamina, aunque es evidente que hay muchos ciclistas que no respetan ninguna norma, pero también hay peatones, conductores de coche y de autobús, motoristas y mujeres que van con el carrito de la compra cuyo comportamiento tampoco es cívico. He sido víctima, y por dos veces, de atropellos de una señora que me echó encima el carrito de la compra. En cuanto a las carreras, es verdad que a menudo se cortan calles y eso molesta a la gente que tiene que coger el coche un domingo, aunque el ayuntamiento y los medios de comunicación suelen informar de la carrera con bastante antelación. Sobre los perros, algunos de ellos no tienen la culpa de tener los dueños que tienen; ellos no los eligen, como nosotros no podemos elegir a nuestros padres al nacer. El problema radica en la falta de humanidad y respeto por los demás, y eso ocurre cada día. ¿Por qué no enseñamos a nuestros hijos lo que es el respeto por los demás? (y al decir los demás me refiero a todo ser vivo). Tal vez así podamos vivir tranquilos y sin tanta amargura.

Gemma Pascual **

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