Aquel día no era como los demás. Un profundo silencio se había producido después de aquella nueva pelea. Hacía seis años que aquella pareja se había trasladado a aquel barrio, un sitio tranquilo donde las viviendas no iban más allá de las dos plantas, donde los vecinos se conocían por sus nombres propios y donde todos los veranos tenían por costumbre sentarse en la puerta, ya anochecido, para tomar el fresco y charlar entre ellos. Cuando esta pareja llegó al barrio nada hacía sospechar el infierno en el que la mujer vivía. Al parecer vivían con una buena situación económica. El marido daba muestras de educación y respeto y no pasaba por delante de nadie sin dar los buenos días, buenas tardes o buenas noches, incluso recriminaba a la mujer si ella pasaba de largo, y por los gestos se adivinaba como le reñía por no saludar a los vecinos. Pero bastaron pocos días en el barrio para que los vecinos fueran conscientes de que estos buenos modales se transformaban en todo lo contrario cuando traspasaba el umbral de su casa y no hubo día en que no insultara a la mujer y otros en que le pegara. Los vecinos eran sabedores de esos desgraciados hechos, pero siempre buscaban excusas diciendo que era un problema de ellos, que los trapos sucios había que lavarlos en casa y que cada cual se preocupara por los problemas de la suya. Y así transcurrió el tiempo hasta aquel fatídico día en que ya no se escucharon los llantos de ella, ni las súplicas para que la dejara, ni las excusas que le daba pensando que la culpable era ella. Al día siguiente, los vecinos del barrio observaron como llegaban las fuerzas y cuerpos de seguridad a la casa de aquella vecina maltratada, y como salía el marido esposado y tapándose la cara con un pañuelo. La víctima salía amortajada, y aquel profundo silencio se tornó en murmullos, críticas y lamentos.

XTODOS LOSx vecinos eran conscientes de que esta mujer podía morir, pero nadie hizo nada para impedirlo y todavía hay casos en los que se mira para otro lado, pensando que no nos tenemos que inmiscuir en la vida de los demás, aunque la vida de la persona esté abocada a terminar como la de esta pequeña historia inventada que me ha servido de introducción para recordar que seguimos siendo víctimas de la violencia sexista, que el número de mujeres asesinadas en lo que va de año es alarmante, que nos debe hacer recapacitar, que la ley no es la panacea para erradicar esta lacra que venimos padeciendo desde hace tantos años, y que es la sociedad entera la que se tiene que implicar para acabar con una violencia que está vinculada al desequilibrio en las relaciones de poder entre los sexos en los ámbitos social, económico, religioso y político, pese a todos los esfuerzos de las legislaciones a favor de la igualdad. Constituye un atentado contra el derecho a la vida, a la seguridad, a la libertad, a la dignidad y a la integridad física y psíquica de la víctima y todo ello supone un obstáculo para el desarrollo de una sociedad democrática. ¿Qué está pasando en esta sociedad? ¿Qué es lo que provoca a estos criminales a matar a sus mujeres quemándolas vivas o a martillazos? ¿Es mucha, poca o correcta la difusión que se le da a estos casos? ¿Acaso nos hemos acostumbrado a contabilizar cada año a más de 70 mujeres víctimas de sus parejas?

La causa de muerte por esta causa supone diez veces más que el número de víctimas que se cobra el terrorismo político y la sociedad no reacciona de la misma manera. ¿Por qué se utilizan distintos baremos en función de quienes sean los asesinos?

Va siendo hora de tomar cartas en el asunto, de tomar conciencia de que la violencia dentro de la familia afecta no sólo al cónyuge o pareja, sino que también alcanza a los niños y personas de edad como miembros más débiles que conviven bajo el mismo techo. La violencia en el hogar genera niños agresivos y de no tomar las medidas oportunas estos niños serán adultos violentos y seguiremos fomentando el desarrollo de una violencia que ataca los Derechos Humanos y a nuestra propia Constitución.

Prevenir y tratar las situaciones de malos tratos no es una tarea fácil e implica una labor y esfuerzo coordinado tanto de profesionales, Administración y sociedad en general, de modo que no recaiga única y exclusivamente sobre la mujer la decisión de que sean solo ellas las que deban hablar, sino que seamos todos los que procuremos darles una atención especial, mediante una labor preventiva o, en su defecto, mediante la localización y detección de aquellos casos que continúan en el anonimato.

*Responsable de la Secretaría de

Políticas de Igualdad en el PSOE

Provincial de Badajoz