En la contemplación del fenómeno Filomena se extiende un puente que parte desde mi casa, en todas direcciones. ¿Saben ese letrero que indica “todas direcciones” en las grandes ciudades? Es el rótulo que más nos gusta a los conductores despistados como yo, que acabamos dando bandazos entre la M-30 y la M-40 en cuanto se nos va la cabeza detrás de un pájaro o una nube en forma de pato.

En ese discurrir por el puente sentimos que la inercia del salitre quiere depositar nuestras huellas al borde del Atlántico. Camino Longe.A5 dirección Portugal. Claro que…debemos ir atrás en el tiempo, dejar que nieve sobre lo vivido, poner a menos cero el tiempo y situarnos cuando no había cerco alrededor de Portugal y era posible el desembarco.

Suena “Regreso” en el coche. ¡Claro! Regreso, qué tontería. No hay escapatoria. No hay a donde ir. Bajas al coche para cambiar de escenario y soñar que emprendes viaje con la maleta llena de galletas. Pero del garaje no sales. Ahí estás confinada, con el envoltorio de una chocolatina, creyendo ir más allá del pico de la rampa nevada. Pero regresas una y otra vez a casa, a la mascarilla y al tedio de esta súbita congelación.

Suena “Regreso” … en pocos días llegaré al jardín. Dicen que allí, un día, todo se cubrió de verde. La lluvia amiga vibra dentro de su corazón. La tempestad se transformó en tersura, claridad…

Suena “Esperança irisada”.

Suena “Sodade”. EsCesária Évora. Canto consentido. Suena a todas horas en mi vida desde que me la descubrió mi querida amiga Lía, en un concierto en Lisboa donde llegué a tocar los pies descalzos de la reina de la morna, género musical procedente de Cabo Verde.

La vida está para danzar y no para llorar, dice la dama de los años oscuros en “PicNicnaSalamansa”

¡Qué música! ¡Qué prodigio São Vicente di Longe! Me quedo en el coche para escucharla sin parar. “Tiempo y silencio”, “Ponta de Fi”, “Nutridinha” y sobre todo “Negue”, la canción más dolorida e infeliz que se ha escrito: diga que usted ya me olvidó, niegue que me perteneció, entonces yo le muestro la boca mojada, todavía marcada por sus besos.

Parece haber sido compuesta para escucharla en las islas Berlangas; aún más, en la deshabitada Estela, donde se almacenan botellas y cubas de barcos varados. Es un escondite para el fado y las sirenas que se quedaron a perpetuidad convertidas en estatuas de sal, y allí continúan en sus cuevas y rocas de granito rosa.

Allí en la profundidad de planicies tintadas, se avistan floraciones de gorgonias rojas, donde aseguran haber visto pescadores batiendo con armazones, copos y volantas, entre los caladeros de estorninos y jureles, las letras perdidas y salobres de un fado.

Dices Portugal yse llena la boca de embarcaciones pequeñas, apenas doce suspiros de eslora y edad avanzada. Dices Portugal y el continente se llena de besos portuarios, de humedad y salazón. Te viene, irremediable, el chasquido del mar mientras a lo lejos un acordeón de taberna irrumpe y traspasa el corazón; y otra vez el mar que centellea, titila, esplende y trae los ecos de aquella subasta de bacalao en Cascais.

Rielan las penas de un colmado por tendederos y macetas; espejan el alma todos los estrechos del mundo trasatlántico y el talud rebosante de doradas.

Hasta Portugal se aísla en estos terribles días, sodade, tristeza.

Así que nos dejan otra vez ciegas las fronteras; como una carta cerrada y lacrada la pared…La Raya que recorta el mediodía será más que cicatriz, un tajo, el surco que no se revierte.

Abrochándose una a una las olas se irán todas mar adentro. Sodade. Ainda bem, calma, no crean que este brusco retraimiento del océano conseguirá hacernos olvidar la ahumada sensación de callejear descalzos hasta el Chiado y volver a enamorarnos de la luz crepuscular de Portugal.

*Periodista