TPtor gentileza de E. Carrasco , al que parece que conociésemos de toda la vida, acudimos J. Viola y un servidor a uno de los paisajes, y parajes, que nos ponen el ánimo cinegético y campestre a punto de caramelo.

Hay que ver qué mundo ese de los riberos del Salor, según se viaja a Valencia de Alcántara a mano derecha. Aliseda, Herreruela, Salorino, Membrío; allá, al norte, las blancuras de Brozas; al sur, el espigón de la sierra, y al fondo de poniente, la Raya, Portugal, vaya usted a saber. Una preciosidad de riveras, collados, vallecitos, umbrías y solanas. Y como el postrer otoño y el invierno en ciernes vienen de aguas, el mundo sonoro de veneros y regatos ameniza con su son el espectáculo del cielo y de la tierra.

A las primeras de cambio, la niebla pegajosa no se desprendía de los cursos corrientes y hubimos de hacer algo de tiempo hasta que levantó algunos palmos y fuimos a esperar la caza un par de manos o tres.

Lo que hicimos o dejamos de hacer no viene al caso más que en el anecdotario particular de un día ameno de caza, como tantos de los que hemos vivido. Lo que hicieron los demás es cosa suya y yo no debo desvelar dimes y diretes de la cuestión cinegética de mis compañeros de jornada. No más que a mí me visitó, como era de rigor, según comenta Juancho, Monsieur Renard, y cuando detectó mi presencia y se quiso dar media vuelta le canté el gori-gori y doblaron las campanas.

Bien, la anécdota fue lo de menos, lo de más fue el taco que disfrutamos sentados en torno a una mesa de piedra, en lo alto de un otero, desde el que se divisa un fascinante paisaje.

Al cabo del ágape, nuestro amigo E. Carrasco nos acompañó, para mostrarnos, un viejo puente, llamado del Infierno, que salva las impetuosas aguas de la Rivera de los Molinos. El lugar es de una feracidad asombrosa y de una belleza sobrecogedora. Por allí, en el entorno, cochiqueras, zahúrdas y restos que no diría yo que no hubieran sido alguna vez refugios humanos. Como quiera que fuese, en medio de la ruina natural de las pizarras caídas y desordenadas, aún se conservan bóvedas magníficas hechas de lanchas superpuestas. Mucha tela que cortar. Habría que volver por allí y no dejar para el olvido el disfrute de mirar y remirar un escenario tan sugestivo y fascinante. Quiera dios que así sea. Feliz Año Nuevo.