La guerra de Siria dibuja un insólito mapa diplomático. El Reino Unido, siempre dispuesto a ayudar militarmente a los aliados del otro lado del Atlántico (Vietnam fue una excepción), se ha echado atrás. Francia, reacia históricamente y con unas relaciones a veces muy tormentosas con Estados Unidos, es ahora el país más dispuesto a intervenir junto a las fuerzas estadounidenses. La organización de defensa en la que Washington ha tenido un peso decisivo durante décadas y a la que aporta una contribución muy superior al resto de miembros, la OTAN, tampoco quiere involucrarse. Países amigos de los estadounidenses, como Arabia Saudí o el Egipto de los militares golpistas, ya han mostrado sus reticencias, igual que otros vecinos y que la Liga Arabe.

A partir de la primera guerra del Golfo (1990-1991), Washington ha querido construir siempre una coalición lo más amplia posible con una importante participación de países árabes al margen de si había o no aval de la ONU en los conflictos, que no son pocos, en los que ha intervenido en la zona. En esta ocasión, Obama se está quedando solo. Tanto que debe recurrir a una votación del Congreso en busca de un apoyo que no tiene en el exterior o de la negativa a intervenir que le exonere de todo compromiso.

El derrotero hacia estados fallidos o casi fallidos o con violencia crónica que han tomado países en los que ha habido intervenciones extranjeras lideradas por EEUU (Somalia, Afganistán, Irak) o en los que ha participado en un segundo plano (Libia) ha hecho mella en los ciudadanos y en los gobiernos. La crisis siria se presenta, además, muy difícil, entre otras cosas porque no hay una alternativa clara a Bashar el Asad . Ahora, toda decisión ha quedado aplazada hasta el día 9 mientras la guerra sigue su curso en Siria. Pero ¿cuál es la decisión a tomar? Obama ya ha anunciado que no busca un cambio de régimen en Damasco. ¿Se trata de castigar y debilitar a un dictador para sentarlo después a una mesa de negociación como ya ocurrió con Slobodan Milosevic ?

Este resultado tranquilizaría las conciencias de quienes no han estado a la altura de las circunstancias, dejando pasar el tiempo a ver si escampaba. Sería también el mayor de los insultos a los miles y miles de muertos y refugiados. La guerra debe resolverse en el terreno de la diplomacia y la negociación, pero no ejerciendo de pirómano.