WEw n Plasencia se ha generado una polémica entre gobierno y oposición por un asunto inédito hasta ahora: porque los concejales del PP van a destinar el 20% de lo que cobran por asistir a plenos y a comisiones (alrededor de 1.000 euros al mes) a una ONG --en este caso a Cáritas, que atiende en la ciudad a un comedor para personas necesitadas --, mientras que los del gobierno no lo van a hacer y califican de demagogos a los populares.

Destinar parte de los ingresos a una causa social es una actitud que honra a quien lo hace: los recursos siempre son escasos para atender a las necesidades que sufren muchos ciudadanos, y si no que lo expliquen quienes llevan años dejándose las pestañas reclamando a los gobiernos que destinen el 0,7% de sus fondos para ayuda al desarrollo.

Pero una cosa es el gesto individual e íntimo de ayudar al que lo necesita y otro contaminar la solidaridad con la pelea política. Eso ya no es en absoluto honroso. Entablar una carrera para ver quién es más solidario, y hacerlo en los medios de comunicación porque de lo contrario no se lograría una supuesta ventaja política, es una falta de respeto para quienes van a recibir el dinero, porque se les hace instrumento --involuntario, por supuesto-- de confrontación en los partidos, El Evangelio, en tantas cosas sabio, aconseja que, en la ocasión de dar, la mano derecha no sepa qué hace la izquierda. En Plasencia, no es así: se pregona y los pregoneros se pavonean.