Los representantes sindicales de los docentes de la concertada, algunos de ellos dicen también representar a la pública, reclaman igualdad con los profesores y maestros que trabajan en el sector público de enseñanza; pero que esa igualdad no pase, por una selección de personal que respete los principios constitucionales de igualdad, mérito y capacidad; eso solo para la pública.

No olvidemos que la educación concertada es un negocio sostenido con fondos públicos y, como cualquier negocio solo busca su propio beneficio; de hecho, además de estar subvencionada con dinero de los impuestos, también reciben dinero de las familias por diversas vías: pago de actividades, venta de material de todo tipo (libros, chándales…), donativos, etc. Si un colegio privado-concertado recibe subvenciones públicas para que la enseñanza sea gratuita no debe cobrar ni un euro a las familias y la Administración debe velar porque así sea.

En la mayoría de los centros concertados investigados por la OCU las familias tenían la obligación de pagar alguna cuota (500 euros anuales de media). En alguna ocasión hemos hecho referencia a este estudio de la OCU que concluyó que los colegios concertados son un 70% más caros que los públicos.

Siempre repetiré, hasta la saciedad, que la educación pública es la única garante de la igualdad de oportunidades y de la cohesión social, porque es democrática, no ideologizada, integradora e inclusiva, donde todos los alumnos son atendidos por igual: niños con necesidades educativas, alumnos de diferentes etnias, razas, cultura, etc. ¿Asume esa diversidad la enseñanza privada-concertada?

Casi todos los centros concertados son religiosos y como tales tienen, entre sus objetivos, una clara misión evangelizadora (predicar la fe) que cumplen con deleite vocacional, pero con dinero público. Es un contrasentido, de proporciones planetarias, que un gobierno de un país aconfesional y que se proclama, a la mínima ocasión, de izquierdas financie con el dinero de todos la catequización de infantes que no pueden, por sí solos, oponerse a ningún tipo de adoctrinamiento religioso o político.

La educación pública tiene alumnos y la privada-concertada tiene clientes. La diferencia es aterradora. Es una realidad palmaria que no encontrarás un centro privado en una zona donde haya pocos alumnos, pocos clientes; a esas zonas llega lo público, porque la educación de todos no busca beneficios económicos, pretende objetivos más altos.

No olvidemos que la libre elección de centro de la que habla la Constitución, y a la que tanto aluden los defensores de la educación concertada, está plenamente garantizada entre lo público y lo privado; la concertación es, simple y llanamente, una anomalía democrática. La familia que quiera que sus hijos se eduquen en un centro privado que sufrague con recursos propios su coste. Regalar dinero público para sostener negocios privados no debería estar permitido por el ordenamiento jurídico.

En su momento propusimos a los Grupos Parlamentarios presentes en el Congreso de los Diputados, que presentaran una Proposición No de Ley para acometer los cambios estructurales necesarios para que la Educación Pública fuera la única financiada con dinero público. De tal forma que todos aquellos centros privados que quisieran beneficiarse del dinero público, deberían pasar a ser de titularidad pública; y los que no quieran formar parte de la red pública, que se mantuvieran con recursos propios.