Los dos diputados que han traicionado al PSOE se resisten a dejar de condicionar el futuro político de Madrid. Ayer anunciaron que votarán a Simancas como presidente y el candidato socialista ha advertido de que, de ser elegido gracias a ellos, convocará elecciones. La respuesta idónea al chantaje planteado debería respetar los resultados de la elecciones del pasado 25 de mayo, no depender de la colaboración de dos personas deslegitimadas para la política democrática y conseguir que se constituya un gobierno libre de coacciones. Así, las opciones más serias serían que Tamayo y Sáez renunciasen a sus escaños, o que el PP los neutralizase con dos abstenciones en sus filas. Pero es difícil esperar gestos de guante blanco visto el interés de los populares en corregir el veredicto de las urnas aunque sea beneficiándose del golpe político-inmobiliario. El consenso es hoy necesario. Pero, si se alcanza, no debería frenar ni las investigaciones para desentrañar el trasfondo de corrupción, ni las dimisiones de los responsables políticos, de PSOE y PP, que por acción o por omisión han permitido que estallase este impresentable escándalo.