WLw a posibilidad de que hubiera un fallo humano en el accidente del avión de Spanair que se estrelló el pasado 20 de agosto en el aeropuerto madrileño de Barajas cobra fuerza, después de que la comisión que investiga el siniestro apunte a que el copiloto --fallecido-- no activó los flaps, unas piezas de las alas que son esenciales en las maniobras de despegue y aterrizaje de la aeronave.

Ese error, que no ha sido consignado en el informe preliminar de los expertos, pero que ha sido detectado y constará probablemente en la redacción final, se uniría a una fatal cadena de circunstancias que permitieron un salida que nunca debió producirse y tras la cual murieron 154 personas.

La no activación de los flaps debía haberse detectado en el momento previo al despegue si se hubiera seguido al pie de la letra el manual de uso del aparato. De hecho, el fabricante del avión MD-82, McDonnell Douglas, ahora Boeing, recomendaba comprobar antes de cada vuelo el sistema que advertía de una configuración inadecuada para el arranque.

Tal sugerencia se hacía desde que un avión de ese fabricante sufriera un accidente en Detroit en 1987. Al parecer, la tripulación del avión siniestrado en Madrid no siguió ese protocolo, intentó el despegue sin activar los flaps y no funcionaron las señales que debían advertir de este error.

Es evidente que la investigación todavía no ha terminado y que toda conclusión tiene el carácter de provisional. Pero los datos que ahora se conocen no son nada favorables a la compañía Spanair, pese a que un portavoz de la empresa señaló ayer que el informe está lleno de imprecisiones.

Lo que esperan ahora los supervivientes, las familias de los fallecidos y la opinión pública en general es que las causas del accidente queden definitivamente establecidas en un plazo razonable de tiempo, para que la justicia dicte las oportunas indemnizaciones.

La investigación de cuanto ocurrió el fatídico 20-A debe tomarse el tiempo necesario, pero sería lamentable que argucias jurídicas o trabas administrativas retrasaran el proceso. Son, asimismo, inaceptables las quejas de tono corporativo de los pilotos por la difusión del informe preliminar.

Por lo demás, es deseable que del trágico suceso de Madrid se extraigan las recomendaciones o reformas reglamentarias para evitar nuevas desgracias como las vividas este verano. Es triste pensar que si la comprobación recomendada tras el accidente de Detroit hace 21 años hubiera sido obligatoria tal vez pudo evitarse el accidente del pasado mes de agosto.