El mundo baila a su ritmo, nos movemos en las coordenadas del oro negro, que se tiñe de sangre para resarcir a los dueños del poder, ¡nuestros dueños!

Con la dependencia consumista que nos impone la sociedad actual, podría decirse, a las claras, que nuestro Dios es el petróleo, es nuestra fuente y la mejor forma de acapararla es dejar que corra la sangre, sea de cual fuere y donde fuere.

Sangre de inocentes que, como tales, no se enteran y así, de vez en cuando, se les envía una guerra con tapadera de armas nucleares, biológicas, en definitiva de destrucción masiva, que, de haber existido tal como se anunció, ahora mismo no habría títeres ni cabezas en el mundo que conocemos. MARIA ZARZA RUIZ Cáceres